Dibujos de Cerezo
ORAR
EN EL MUNDO OBRERO
Ciclo “A” (2010-2011)
34ª SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO
(CRISTOR
REY)
(20 de
noviembre 2011)
¡En su elevación Jesús nunca dejó a
los de abajo!
¡Se hizo una sola carne con ellos!
¿Y no es este nuestro desafío,
unirnos con unión indestructible
con los empobrecidos del mundo
obrero?
VER (para creer)
«Miles de familias obreras se
encuentran con la soga al cuello.
Un 15% más de familias
obreras se están viendo obligados a mendigar para subsistir, según el responsable
de Cáritas de Madrid.
Los obreros que están en el
escalafón más bajo acuden a la red de albergues y comedores sociales, que
reciben más visitantes cada día.
Los trabajadores han pasado
de tener un empleo y una vida explotada, a no poder subsistir, a no poder hacer
frente a los tiburones bancarios, a las facturas mensuales y a estar agobiados
por las deudas acumuladas»
(Sacado del folleto
“Donde está tu riqueza
está tu corazón. Vivir de otra manera”,
de la Pastoral obrera de Getafe).
“NUNCA ME LO IMAGINÉ”
Llegó 2009 y las empresas con
las que Esteban tenía contratos dejaron de llamarlo.
Tuvo que dejar de pagar la
tasa como trabajador autónomo (unos 250 € al mes) y se fue a probar suerte en
Andalucía, lejos de su esposa y sus padres.
“Estuve nueve meses, pero
cuando se acabó el trabajo allí también, tuve que regresar”, recuerda.
Tuvo que hacer un arreglo con
el banco para que le dejaran pagar sólo los intereses de su deuda y comenzó a
recibir un subsidio de desempleo, del que sólo le quedan 30€ después de pagar
al banco.
“El internet y el teléfono,
que los necesito para buscar trabajo, me los pagan mis suegros”, explica.
Para alimentarse ha tenido
que recurrir a una obra de beneficencia, que les entrega un paquete de
alimentos cada tres semanas.
“Yo siempre he sido muy
independiente, estoy acostumbrado a resolvérmelo todo yo mismo.
Nunca me imaginé que tendría
que ir a pedir comida.
Les estoy muy agradecido,
pero nunca pensé que yo iba a necesitar que me dieran de comer”, dice.
Y mientras no encuentra
trabajo; tampoco ha tenido suerte con los cursos de formación para empleados
que financia el gobierno.
“Comencé un curso de Técnico
Asistente Sanitario, pero nos faltó un módulo y las prácticas.
Ahora dicen que no hay dinero
para completarlo”
(Idem).
HAY QUE VER
«La prestación media por
desempleo en España es de 850 euros.
Como la gente no hiberna
estando en el paro ni reduce al mínimo sus constantes vitales, con ese capital
muchas parejas con hijos han de afrontar el alquiler o la hipoteca, comer,
pagar luz, agua, gas y teléfono –porque las ofertas de trabajo no se reciben
por paloma mensajera-, vestir a los niños, sobre todo en invierno por si se
constipan, comprar los libros del colegio, el chándal, arreglar la lavadora,
que a veces se estropea, coger el autobús, que ya del coche ni hablamos, y, si
sobra algo, jugar a la Bolsa (...)»
«Hay pudientes a quienes les
parece que hay que revisar esto de los subsidios porque con estas cantidades y
el clima tan benigno del que disfrutamos los parados se apoltronan y se
acostumbran a vivir a la sopa boba, que no deja de ser un plato caliente.
Insinúan que reduciendo el
tiempo o la cuantía de lo que cobran, los cesantes del mercado laboral tendrían
un incentivo para volver a ser productivos y no se embrutecerían viendo tanto
fútbol en la TDT».
Seguro que si estos pudientes
se vieran en el paro cobrando esos 850 euros, aceptarían un trabajo de ocho
horas en una centralita por 600 euros, para dar ejemplo y porque todos estamos
llamados a combatir el desempleo.
Y, por supuesto, jamás harían
chapuzas bajo cuerda, algo de lo que sólo es culpable el trabajador que las
acepta para variar de vez en cuando su dieta y no los empresarios, de ahí que
el Gobierno les ofreciera hace unos meses una amnistía fiscal.
Está claro.
No hay que subir el salario
mínimo, que
es de vergüenza,
sino reducir la cuantía del
paro, un
lujo inasumible.
Con esa sencilla receta
arreglamos la crisis en un periquete y, de paso, acabamos con la molicie de los
parados que tantos males nos causa»
(Juan Carlos Escudier, 1
octubre 2011, Público, con retoques).
EL CÁNTARO DE LA VIUDA
(B. González Buelta)
Los opresores echan sus redes
en pantallas, contratos y
razones,
y devoran los bienes del
pueblo.
¿Cómo viven los pobres del
barrio
con los restos de cosechas y
mercados,
con escasas medicinas
caducadas?
Un pobre comparte su pan
con el vecino que llegó a la
puerta.
Prefiere no comer su bocado
solo.
Luego se echa en la tierra
desnuda
y hay en su gesto un aire de
muerte.
Pero otro llega con su ración
escasa,
se sienta a su lado y la
reparte
en este suelo de Emaús
inesperado.
La harina no se acaba en la
funda,
y el aceite no se agota en el
jarro
porque siempre aparece un
pobre que comparte.
Así no falta tu pan de cada
día
ni cesa de fluir tu bondad
en el corazón del barrio
marginado.
Aquí te llamas Solidaridad,
y llegas en latas con tizne
de fogón.
Domingo 34
(Fiesta de Cristo Rey)
«Cuando venga en su gloria el
Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su
gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
El separará a unos de otros,
como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su
derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de
su derecha:
“Venid, vosotros, benditos de
mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me
disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me
hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel
y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le
contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con
hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?;
¿Cuándo te vimos forastero y
te hospedamos, o desnudo y te vestimos?;
¿cuándo te vimos en enfermo o
en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada
vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis”.
Entonces dirá a los de su
izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id
al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
Porque tuve hambre y no me
disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me
hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me
visitasteis”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con
hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te
asistimos?”
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que
no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo
eterno y los justos a la vida eterna».
Pequeña exégesis
(para leer con lápiz)
Este texto de la venida del
Hijo del hombre realza la majestad de Jesús:
llega acompañado de ángeles y
envuelto en gloria divina para sentarse en el trono de Dios.
El obrero venido a menos, el
bautizador precario (Jn 3,22; 4,1-2), el taumaturgo itinerante, el cuentista
popular, un tal Jesús de Nazaret, el hijo de la María, al que crucificaron…
resultó ser el Hijo de Dios.
Delante de su trono se reúnen
“todas los pueblos”, en los que está incluida la comunidad cristiana.
Querido lector, has de saber
que para comprender el texto te has de implicar en él, porque el texto habla de
ti.
¿Con qué grupo te vas a
identificar?
Ya en las anteriores
parábolas has tenido que decidir entre una doble oferta:
decidir no sólo para
comprender lo que lees, sino en tu vida real, si estás por las muchachas
prudentes o por las necias, por uno u otros esclavos, y ahora por las ovejas o
los cabritos.
El juicio comienza con una “separación”:
‘justos’ e injustos son colocados en sendos lados.
El rey enumera una la lista
de buenas obras “tradicionales” para justificar la invitación a los justos: ¡Venid,
benditos de mi Padre…!
Los rabinos distinguieron
entre estas buenas obras, a las que llamaron obras de amor, y las
limosnas (justicia).
Eran “obras de amor” aquellas
que, además de la prestación pecunaria, exigían una entrega de toda la persona
(como nuestro compromiso personal militante).
Ambas cosas juntas formaban
“las buenas obras”.
Resulta enigmático oír decir
al Juez Universal: «Me disteis de comer», etc.
De ahí la necesidad de la
pregunta aclarativa de los que están siendo juzgados:
¿Cuándo te dimos de comer,
etc.?
Los examinados, en efecto, no
saben que las obras de amor se las hicieron a Cristo.
Este tema literario del desconocimiento
es un de una gran relevancia evangélica:
los justos actuaron por verdadero
amor a los necesitados...
Pero lo importante e inaudito
de este texto adviene al final, cuando el Juez afirma solemnemente: En
verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños,
A MÍ me lo hicisteis. ¡En su elevación Jesús nunca dejó a los de abajo! ¡Se
hizo una sola carne con ellos! ¿Y no es este nuestro desafío, unirnos con unión
indestructible con los empobrecidos del mundo obrero?
Esta revelación separa en dos
la historia de nuestra vida, y con ella todo se ilumina.
¡Hermanos:
Podemos corresponder al amor
que Cristo nos mostró
pues amor con amor se paga−
amándole en nuestros hermanos!
Y la medida del amor con que
vamos a amarles no podrá ser otra que la que tuvo Jesús con nosotros y que se
llama El Mandamiento Nuevo:
“Amaos como yo os he amado”.
Amando a todos nuestros
hermanos más pequeños con todo nuestro ser y nuestro corazón y nuestra mente.
Hasta hacer posible la Nueva
Sociedad donde el pan y el vino corran alegres, y todos disfrutemos de nuestro
trabajo, y donde los más débiles de entre nosotros sean los mejor atendidos…
Lo anterior ha sido corto,
precisamente porque hemos renunciado a hacer su exégesis, pues de entrar en sus
dificultades, nos habríamos alargado en demasía.
Será interesante, no
obstante, abundar un poco en la interpretación “universalista” de la parábola,
que si no es exegéticamente la más fundada, sí es la más extraordinaria y
actual y la que el Espíritu está empujando en nuestros tiempos.
En la interpretación
universalista, los más pequeños entre los hermanos y hermanas de Jesús no son
sólo los cristianos necesitados, sino los marginados, los pobres y los que
sufren en el mundo, es decir, todas las personas necesitadas de la tierra.
Y aquellos que les ayudan −o,
por el contrario, se inhiben−, son cualquier ser humano que mostró o no
misericordia con sus semejantes necesitados.
De eso versará el juicio.
“En el atardecer de la
vida te examinarán del amor”.
De acuerdo con esta
interpretación, lo que este texto nos dice es que sólo importa el amor al
prójimo, no la confesión religiosa ni la fe (el que ayuda desconoce que está
ayudando a Dios).
Hay un relato de L. Tolstoi (Donde
está el amor, está Dios) que lo expresa bellamente:
El zapatero Martín lamenta la
muerte de su único hijo.
Entonces oye la voz de Cristo
que le promete ir a visitarle al día siguiente.
Martín se pasa el día
siguiente asomado a la ventana y aguardando.
Pasan distintas personas:
primero llega un anciano que
está agotado de quitar la nieve en la calle;
luego llega la esposa de un
soldado con un niño pequeño, los dos ateridos de frío.
La tercera visita es de una
anciana que discute con un rapaz por haberle robado una manzana.
Martín habla con ellos y les
da de beber y de comer.
Estas tres personas eran
Cristo, pero Martín no lo sabe.
¡Sólo la lectura, al
anochecer, de Mt 25, 35.40 se lo enseña!
¿No nos sucede a nosotros
algo parecido?
Mt 25, 31-46 desempeña un
gran papel en la teología de la liberación:
“Al margen del «sacramento
del prójimo» no hay camino hacia Dios.
Fe es, entonces, tomar
partido por los pobres:
“Ponerse de parte de los
pobres significa ver la imagen y semejanza de Cristo en los torturados y
marginados, los humillados y ofendidos…”
Se trata de un texto
fundamental para la eclesiología y la cristología.
De él se deriva este
principio fundamental de eclesiología:
«los más pequeños pueden
decirnos dónde está la Iglesia».
La dimensión cristológica se
expresa de modo impresionante en una pieza teatral del poeta coreano Kim
Chi-Ha, que lleva el título de El Cristo coronado de oro.
Ante una iglesia de Corea se
alza una estatua de cemento de Jesús con corona de oro.
Mendigos se sientan a sus
pies.
Un sacerdote obeso y un
hombre de negocios pasan de largo sin prestar atención;
un policía intenta despachar
a los mendigos.
Uno de los mendigos se
enfurece contra la estatua de cemento:
«¿Qué parentesco puede haber
entre este pedazo de cemento y yo?».
Quiere robar la corona de oro
(auténtico) de la estatua de cemento.
La estatua comienza entonces
a llorar.
Y dice al mendigo: «¡Me has
librado de la prisión!
Toma la corona de oro.
¡A mí me basta la corona de
espinas!
¡Toma el oro y repártelo!».
La pieza acaba en que el
sacerdote, el hombre de negocios y el policía regresan,
arrebatan la corona al
mendigo y lo arrestan.
Jesús vuelve a ser piedra
rígida.
Cristo se hace hombre en los
pobres; su encarnación continúa.
SALMO 23
(Final)
El Señor es mi pastor, nada
me falta:
En verdes praderas me hace
recostar;
me conduce hacia fuentes
tranquilas y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su Nombre.
Aunque camine por cañadas
oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo,
tu vara y tu cayado me
sosiegan.
(5) Preparas una mesa ante
mí, en frente de mis enemigos;
me unges la cabeza con
perfume, y mi copa rebosa.
(6) Tu bondad y tu
misericordia me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del
Señor por años sin término.
Tercer estrofa: El banquete frente a los enemigos (v.5).
−El orante ha llegado a una
meta parcial de su camino.
De nuevo aparece el comer
(mesa) y el beber (copa),
como en la primera estrofa.
El eco de los peligros del
viaje
está presente en los enemigos
que ahora se mencionan.
Es claro que el “valle de
tinieblas”
era terrible por las insidias
tendidas por estos,
y el bastón servía para
defender al salmista
de esta clase de personas.
−“Preparas una mesa ante mí”.
Se trata del gesto de la
hospitalidad.
Es el anfitrión mismo,
en este caso Dios,
el que “prepara la mesa”:
pone los manteles y
surte la mesa de toda clase
de viandas.
Por su parte, el gesto de la
unción
es también típico de la
hospitalidad.
−Durante la marcha por el
desierto los israelitas
pusieron a prueba a Dios
diciendo:
“¿Podrá tal vez Dios preparar
una mesa en el desierto?” (Sal 78,19).
El salmista atestigua que
Dios es capaz de ello.
(Recordemos las
multiplicaciones de panes de Jesús).
En el nuevo Éxodo,
Dios, por medio de Isaías,
nos dice:
“Eh, vosotros,
todos los sedientos,
acudid a por agua;
también los que no tenéis
dinero:
venid a comprar trigo,
comed sin pagar,
vino y leche de balde…”
(Is 55,1).
En todos estos casos se trata
de satisfacer las necesidades básicas de la vida,
de saciar el hambre y la sed.
−Más aún, el banquete es
signo de amistad y de intimidad:
se subraya así la pertenencia
recíproca del orante y de su Dios
(“Mi pastor es Yhwh”; “porque
tú vas conmigo”).
−La mención de los enemigos
se pone en relación con el v.
4
(“aunque camine por cañadas
oscuras…”).
Los enemigos están todavía
presentes,
pero el salmista se siente
seguro,
bajo la protección del
anfitrión divino.
El cuadro aquí pintado podría
ser
el del banquete después de la
victoria.
−Como el episodio lucano
de la pecadora recuerda,
era costumbre del anfitrión
ungir de perfume al invitado
(cf. Lc 7,46).
En el salmo se menciona el
aceite perfumado.
Probablemente se hace
referencia al uso,
ampliamente conocido por las
escenas egipcias de banquetes,
de aplicar sobre la cabeza de
los invitados
un cono de grasa mezclado con
aceite perfumado
que con el calor se disolvía poco a poco,
emanando un perfume
penetrante.
En este sentido se entiende
el Sal 133,2:
“es como ungüento perfumado
sobre la cabeza,
que baja hasta la barba…
que va bajando hasta la
franja de su vestidura
(cf. Ecl 9,8).
−En un banquete festivo
no puede faltar el vino
(cf. Jn 2,1-11),
signo de la alegría.
“Mi copa rebosa” quiere
decir:
bebo hasta emborracharme.
De la saciedad que Dios
ofrece
a sus fieles en el templo,
habla el Sal 36,9:
“se nutren de la enjundia de
tu casa,
les das a beber del torrente
de tus delicias”.
Al comparar nuestro salmo 23
con el Salmo 16
comprendemos que la verdadera
abundancia
que llena el cáliz del
salmista,
es Yhwh mismo, y no sus
dones.
Es la comunión con Yhwh,
propiciada en el templo y
en el encuentro sacramental
con él,
la que sacia el hambre y la
sed del hombre (Sal 4,8:
“En el corazón me has
infundido más alegría,
que si abundara en grano y
mostro”).
−Cuarta estrofa: El retorno a la casa de Dios (v.6)
−Una vez reparadas las
fuerzas con el banquete,
hay que reemprender
nuevamente el viaje.
Así como el viaje de las
ovejas se acompañaba
de los dos bastones del
pastor,
la vara y el cayado,
así el camino del huésped
es protegido por dos enviados
de Dios,
la bondad y la fidelidad.
−La última estrofa está
ambientada en la “casa de Dios”.
Cada vez que el salmista
volverá a la casa de Dios,
experimentará como su vida se
restituye (“y repara mis fuerzas” v. 3).
El salmo se cierra como se
inició,
con un cuadro de paz y de
tranquilidad.
Pero los enemigos no han sido
“olvidados”.
Si Dios manda su escolta para
proteger el salmista,
quiere decirse que el viaje
no está exento de peligros.
− “Todos los días de mi
vida”.
El viaje se torna metáfora de
la vida humana:
el viaje cumplido en el
primer y segundo Éxodo,
ha de repetirse en nuestra
historia personal.
−En nuestro salmo se usa el
verbo “volver” a la casa del Señor
(no “habitar” como se suele
traducir),
lo cual quiere decir que el
orante ya
se ha escondido otras veces
en el templo.
Se comprende así que la meta
del viaje,
de la que hablaba la segunda
estrofa,
y el lugar del banquete,
del que hablaba la tercera,
eran el templo, la “casa de
Yhwh”.
En el templo el salmista ha
hecho experiencia de nueva vida,
y tal experiencia ha sido tan gratificante
para él,
que expresa el deseo de
“volver allí”.
Por eso el salmo termina
diciendo: “hasta que yo tenga vida,
quiero volver al lugar donde he encontrado la plenitud de la vida”.
Para nosotros el “retorno a la casa de Dios”
asume ya de por sí un valor metafórico,
de una vida que se cumple en el encuentro final
con el huésped divino (Ap 3,20).
LE DAMOS VUELTAS CON EL CORAZÓN
«Jesús subió al monte y empezó a hablar:
Me congratulo con vosotros, pobres:
para vosotros
será el poder liberador de Dios.
Me congratulo con vosotros, afligidos:
Dios os
consolará.
Me congratulo con vosotros, no violentos:
Dios os dará
la tierra prometida.
Me congratulo con vosotros, misericordiosos:
Dios tendrá
misericordia de vosotros.
Me congratulo con vosotros, puros de corazón:
veréis el
rostro de Dios.
Me congratulo con vosotros, constructores de paz:
Dios os
declarará hijos suyos”.
Los
ricos deben recortar sus riquezas
«−“Y las piedras blancas y redondas y que no se ajustan a la
construcción,
¿quiénes son, señora (iglesia)?” (…)
Respondió diciendo:
−“Estos son los que tienen, sí, fe;
pero juntamente poseen riquezas de este siglo.
Cuando sobreviene una crisis,
por amor de su riqueza y negocios,
no tienen inconveniente en renegar de su señor”.
Le respondí por mi parte:
−Señora (iglesia),
¿cuándo serán, pues, útiles para la construcción?
–“Cuando (me dijo) se recorte de ellos la riqueza,
que ahora los arrastra,
entonces serán útiles para Dios.
Porque al modo que la piedra redonda,
si no se la labra y recorta algo de ella,
no puede volverse cuadrada,
así los que gozan de riquezas en este siglo,
si no se les recorta [a ellos, no a los pobres] la
riqueza,
no pueden volverse útiles a Dios”.
(Pastor de Hermas).
- Ez 34,11-12. 15-17. A vosotros, mis ovejas, voy a juzgar entre oveja y oveja.
- Salmo 22. R/. El
Señor es mi pastor, nada me falta.
- 1Co 15,20-26. 28. Devolverá a Dios Padre su reino, y así Dios lo será
todo para todos.
- Mt 25,31-46. Se sentará en el trono de su gloria y separará a
unos de otros.
Cristo, Señor de la
historia y de los hombres.
La
presente solemnidad sintetiza el misterio de la salvación. Cristo es el Rey del
universo y de la historia.
El
profeta anima a su pueblo, en los momentos más tristes de su historia, con
palabras esperanzadoras.
La
promesa se cumplirá de un modo completo en el futuro Mesías (1 lect.).
Pablo
dedica el último capítulo de la segunda carta a la comunidad de Corinto a la
resurrección y determina el orden (2 lect.).
Mateo
describe el juicio. El juez pone a unos a la derecha y a otros a la izquierda.
Juzgará a cada uno según las obras de misericordia (Ev.).
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