Las actuales crisis políticas, económicas, sociales, ideológicas y religiosas ya no se solucionan sólo desde arriba sino que exigen que los de abajo, los ciudadanos normales -los que las sufren en sus propias carnes- hablen, intervengan y sean escuchados con atención y con respeto. No es suficiente que los especialistas elaboren diagnósticos, que los técnicos apliquen soluciones ni que los líderes pacten sus decisiones. En la actualidad, debido principalmente a la elevada cantidad y a la vertiginosa rapidez de difusión de las informaciones, los simples ciudadanos poseen capacidad de hacer propuestas que sean tenidas en cuenta para resolver esas cuestiones que a todos nos afectan. Si se prescinde de sus opiniones es muy probable que las soluciones teóricas sean ineficaces.
Esta es la razón que explica que el Papa Francisco en la convocatoria la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos centrado en “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”, propuso un cuestionario recabando a los clérigos, a los religiosos, a los laicos creyentes y a las demás personas de buena voluntad, que expusieran sus ideas, sus opiniones, sus experiencias y que, incluso, formularan propuestas para una renovación de la familia en nuestra sociedad del siglo XXI.
Y es que el Papa Francisco parte del supuesto de que, para zanjar la brecha que, a veces, separan la realidad y los principios, los criterios y las pautas de gobierno, es necesario dialogar para conocer, interpretar, valorar, comprender y resolver los problemas reales de los destinatarios de los mensajes evangélicos.
Esta es la razón que explica que el Papa Francisco en la convocatoria la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos centrado en “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”, propuso un cuestionario recabando a los clérigos, a los religiosos, a los laicos creyentes y a las demás personas de buena voluntad, que expusieran sus ideas, sus opiniones, sus experiencias y que, incluso, formularan propuestas para una renovación de la familia en nuestra sociedad del siglo XXI.
Y es que el Papa Francisco parte del supuesto de que, para zanjar la brecha que, a veces, separan la realidad y los principios, los criterios y las pautas de gobierno, es necesario dialogar para conocer, interpretar, valorar, comprender y resolver los problemas reales de los destinatarios de los mensajes evangélicos.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente, sobre el sentido de la dignidad humana en «Hacia un nuevo humanismo».
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