Pensamiento único
Uno de los peores errores en los que podemos caer los mortales es concentrar la visión tan intensamente en una sola verdad que su claridad nos deslumbre y nos impida ver todas las demás. A veces, aunque nos parezca exagerado, la especialización científica puede conducir al analfabetismo y, lo que es peor, la claridad de una sola idea nos puede arrastrar al fanatismo.
La convicción supersticiosa de que, en los asuntos humanos, existe una sola solución para los problemas y la ingenua ilusión de que las realidades sólo poseen un único sentido nos llevan al empobrecimiento personal y constituyen una amenaza grave para el diálogo, para la colaboración y, en consecuencia, para el crecimiento personal y para el progreso social.
Por mucho que los vistamos a la moda de diseño y por muy lujosamente que los maquillemos, muchos valores centrales de nuestra época moderna, como por ejemplo el "progreso", el "individualismo", el "productivismo" o el "consumismo" son constitutivamente ambiguos. La generalización de una cultura audiovisual uniformizada, teledirigida y acrítica conduce a una irritante superficialidad y a una vacía frivolidad en el planteamiento y en la búsqueda de soluciones adecuadas para los problemas más graves.
Si queremos evitar el peligro de convertirnos en hombre-máquinas, en unidades de gasto, en clientes, en productores, en tecnócratas infantilizados con los brazos llenos de juguetes -si pretendemos evitar la deshumanización de los seres humanos y de su mundo humano-, hemos de realizar un esfuerzo por construir, vivificar y conservar los nexos -precarios y frágiles- que deben conectarnos con el resto de los seres vivos y con las cosas inanimadas; hemos de enriquecer la calidad de nuestra curiosidad, hemos de ampliar el horizonte de nuestra atención y hemos de estrechar los lazos de nuestras relaciones humanas; hemos de templar la pasión y hundirnos en esa realidad cotidiana, desconocida y fascinante de la contemplación desinteresada del paisaje, del trabajo riguroso, del paseo relajante, de la conversación familiar y amiga, de los vínculos de solidaridad fraternal.
La convicción supersticiosa de que, en los asuntos humanos, existe una sola solución para los problemas y la ingenua ilusión de que las realidades sólo poseen un único sentido nos llevan al empobrecimiento personal y constituyen una amenaza grave para el diálogo, para la colaboración y, en consecuencia, para el crecimiento personal y para el progreso social.
Por mucho que los vistamos a la moda de diseño y por muy lujosamente que los maquillemos, muchos valores centrales de nuestra época moderna, como por ejemplo el "progreso", el "individualismo", el "productivismo" o el "consumismo" son constitutivamente ambiguos. La generalización de una cultura audiovisual uniformizada, teledirigida y acrítica conduce a una irritante superficialidad y a una vacía frivolidad en el planteamiento y en la búsqueda de soluciones adecuadas para los problemas más graves.
Si queremos evitar el peligro de convertirnos en hombre-máquinas, en unidades de gasto, en clientes, en productores, en tecnócratas infantilizados con los brazos llenos de juguetes -si pretendemos evitar la deshumanización de los seres humanos y de su mundo humano-, hemos de realizar un esfuerzo por construir, vivificar y conservar los nexos -precarios y frágiles- que deben conectarnos con el resto de los seres vivos y con las cosas inanimadas; hemos de enriquecer la calidad de nuestra curiosidad, hemos de ampliar el horizonte de nuestra atención y hemos de estrechar los lazos de nuestras relaciones humanas; hemos de templar la pasión y hundirnos en esa realidad cotidiana, desconocida y fascinante de la contemplación desinteresada del paisaje, del trabajo riguroso, del paseo relajante, de la conversación familiar y amiga, de los vínculos de solidaridad fraternal.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo.
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