«El objetivo de la economía
y la política es servir a la humanidad,
comenzando por los más
pobres y vulnerables».
y la política es servir a la humanidad,
comenzando por los más
pobres y vulnerables».
«TTIP, DIGNIDAD DE LA PERSONA
Y BIEN COMÚN».
Y BIEN COMÚN».
EDITORIAL DE NOTICIAS OBRERAS DE AGOSTO
2016:
Las Conferencias Episcopales de la Unión
Europea y los Estados Unidos han hecho pública una importante declaración
conjunta sobre las negociaciones del acuerdo de Asociación Transatlántica para el
Comercio y la Inversión (conocido como TTIP por sus siglas en
inglés).
Esta declaración
cuestiona en su raíz el TTIP. Nos
encontramos ante dos lógicas: la de la rentabilidad económica por encima de
todo, que domina en la práctica hasta ahora en el proyecto del TTIP;
y la que plantean los obispos, la
defensa de la dignidad de las personas, los derechos de los pobres y el bien
común.
La posición de los
obispos es clara: el comercio y las inversiones
pueden ser beneficiosos solo cuando se orienten a la justicia, la reducción de
las desigualdades, la promoción y defensa de la dignidad humana y el bien común,
y la protección del medio ambiente.
Como dice el papa Francisco: «el objetivo de la economía y la
política es servir a la humanidad, comenzando por los más pobres y vulnerables».
Desde esta
perspectiva, los obispos expresan algunos principios éticos fundamentales para
valorar el TTIP y diversas preocupaciones.
Plantean la
necesidad, en todos los aspectos del comercio y las inversiones, de evaluar y dar prioridad a la prevención de
los daños hacia las presentes y futuras generaciones, en lugar de la
búsqueda de beneficios.
Especial preocupación
manifiestan en lo que se refiere al
trabajo digno y los derechos laborales: deben protegerse siempre; en
especial, deben garantizarse condiciones
de trabajo dignas y seguras, horarios de trabajo razonables, salarios que
permitan una vida digna a las familias, la adecuada protección social.
Igualmente, subrayan
que debe promoverse el desarrollo de los
pueblos y el cuidado de la creación, dos aspectos inseparables, prestando
una especial atención a las necesidades
de los pobres, la protección del medio ambiente y la salud de las comunidades.
En este mismo sentido,
la promoción de una agricultura
sostenible y la especial protección
de los pequeños agricultores.
También la protección del patrimonio de las
comunidades indígenas, el alivio de la deuda externa que aplasta a tantos
países pobres, y políticas que busquen reducir la necesidad de emigrar para
sobrevivir.
Los obispos muestran
su preocupación por las patentes
respecto a los productos farmacéuticos y la agricultura, afirmando que lo
que debe prevalecer es la necesidad de
acceso a los medicamentos y a los avances agrícolas por las poblaciones
vulnerables: hay que priorizar claramente las necesidades de los pobres.
Hay dos aspectos de
la declaración que nos parecen especialmente importantes.
Por una parte, la
participación, de la que dicen: «la dignidad humana exige transparencia y el
derecho de las personas a participar en las decisiones que les afectan».
Ni una cosa ni la
otra se han dado en las negociaciones del TTIP.
Por eso reclaman foros y procedimientos que las aseguren
antes de adoptar ningún acuerdo.
Por otra parte, la pretensión de limitar la capacidad de
los gobiernos de tomar decisiones, sometiéndolos a mecanismos
internacionales fácilmente controlables por los más poderosos económicamente,
cosa que es extremadamente grave.
Los obispos son muy
claros: «cuestionamos las ventajas de recoger en los tratados internacionales
que las partes soberanas acepten un arbitraje internacional como forma de
solución de conflictos, sea a través del mecanismo de arreglo de conflictos
inversores-Estados.
Ambas vías pueden conducir a ventajas injustas de los intereses comerciales
(…) y pueden producir un debilitamiento de importantes estándares medioambientales,
laborales y de derechos humanos.
Los intereses privados no pueden eclipsar los bienes públicos».
Acogemos con gozo
esta declaración.
Son aliento a todas las
personas e instituciones que llevamos tiempo denunciando que el TTIP
es expresión de esta «economía que mata»,
que sigue sin estar al servicio del bien común, que deshumaniza, que
imposibilita los derechos familiares de las personas y los derechos sociales de
las familias; que imposibilita la vida, porque no está al servicio de la
dignidad de las personas.
Nuestro deseo es que,
en el día a día, en el cuerpo a cuerpo del acompañamiento, en la vida cotidiana
de los empobrecidos, sigamos encontrando a nuestros pastores.
Ahí, la Iglesia, nos
la seguimos jugando. •
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