34º Domingo del tiempo ordinario (20 noviembre)
Cristo clama y sigue clamando sin cesar,
con voz estentórea que los sordos no percibimos.
Clama desde el nuevo Testamento
y clama desde la Cruz.
Y la prueba de su inmenso poder
es que no fuerza a nadie.
Va diciéndome sin parar y en todas partes
(a mí y a cada uno):
No lo ves que te amo?
¿Todavía no te has dado cuenta?
¿Qué más podía hacer
de lo que he hecho
para demostrarte mi amor?
¿No quieres dejarte amar?
Mírame en la Cruz;
fijamente, mírame bien
(Rovirosa. Dimas…, OC, TI, 386).
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