¡Grita por las mujeres que sufren violencia!
Grita por la justicia
Violencia de género: 52 MUJERES (y 2 niños, 5
niñas y 2 hombres) ASESINADAS DURANTE 2018.
(6 de ellas por hombres no parejas o exparejas)
(6 de ellas por hombres no parejas o exparejas)
«Sacramento
Roca, la mujer de 36 años asesinada el
viernes 16 de noviembre de 2018, por su expareja mientras trabajaba en una
tienda de muebles en Palma, presentó hace cinco días una denuncia en la Jefatura de la Policía
Nacional en la que apuntaba a su expareja, el vigilante de seguridad de 45 años
Rafael Pantoja, como la persona que estaba detrás de los pinchazos en las
ruedas de su coche y de varios carteles colgados por las calles de la capital
en los que se ofrecía sexo con su número de teléfono. La pareja había roto la relación a principios
del pasado octubre, pero el hombre se había negado a aceptar los hechos y,
según fuentes de la investigación, se había presentado en varias ocasiones en
el puesto de trabajo de Sacramento para intentar convencerla de retomar la
relación». Fuente: EL
PAÍS, 17 NOV 2018
Año 2007: 71 mujeres asesinadas. Año 2008: 84 mujeres asesinadas. Año 2009: 68 mujeres asesinadas. Año 2010: 85 mujeres asesinadas. Año 2011: 67 mujeres asesinadas. Año 2012: 57 mujeres asesinadas. Año 2013: 57 mujeres asesinadas. Año 2014: 59 mujeres asesinadas. Año 2015: 64 mujeres asesinadas. Año 2016: 53 mujeres asesinadas.
Año 2017: 55 mujeres asesinadas. Violencia de género: 52 MUJERES (y 2 niños, 5 niñas y 2 hombres)
ASESINADAS DURANTE 2018 (6 de ellas por hombres no parejas o exparejas). Fuente:
Ministerio
del Interior
En total 971 desde el 1 de enero de 2003, cuando empezaron a
contabilizarse. Hasta 33 menores han
quedado huérfanos y 27 niños y niñas han sido asesinados por violencia machista
desde 2013.
25N: En nombre de Dios, ni una víctima más
Las violencias contra las mujeres constituyen una grave violación de los
derechos humanos en cualquiera de sus manifestaciones afectando a todas las
mujeres, a sus familias, sus comunidades y la sociedad.
Se estima que el 35 % de las mujeres del
mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero
sentimental o una persona distinta en algún momento de su vida (OMS). La violencia contra las mujeres afecta a
familias y comunidades de todas las generaciones, y refuerza otros tipos de
violencia prevalecientes en la sociedad. La violencia contra las mujeres no se reduce a
una cultura, región o país específico, ni a grupos particulares de mujeres en
la sociedad. Las raíces de la violencia
contra la mujer yacen en la discriminación persistente contra las mujeres.
Las raíces de estas violencias yacen en la discriminación persistente
contra ellas. El papa Francisco, tanto
en Evangelii gaudium como en Amoris laetitia, condena la
violencia contra las mujeres «como una cobarde degradación del poder masculino
y como la máxima expresión de relaciones de poder y desigualdad entre hombres y
mujeres».
Como insiste el Papa Francisco «No podemos “naturalizar” la violencia, tomarla
como algo natural. No, no se naturaliza
la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume
el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades. No nos es lícito mirar para otro lado,
hermanos, y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean “pisoteadas”
en su dignidad» (*Papa Francisco, Encuentro con la Población de Puerto
Maldonado, Perú 19 de enero de 2018).
Como Iglesia estamos llamados a propiciar un
cambio social y cultural, generando relaciones de igualdad. Queremos que las mujeres víctimas de la
violencia nos sientan radical, afectiva y efectivamente a su lado, mostrando
nuestro firme compromiso de ser una comunidad transformada por el Dios
manifestado en Jesús, que es amor liberador, uniendo esfuerzos con otros
colectivos en la denuncia y reivindicación de medidas a favor de las víctimas
de la violencia y de su prevención.
«La Iglesia quiere que las mujeres víctimas de violencia la sientan
inequívoca, radical, afectiva y efectivamente de su lado». Por ello, nos proponemos una vida libre de
violencias contra las mujeres, con los siguientes objetivos:
1.- Sensibilizar y visibilizar que las
violencias contra las mujeres son radicalmente opuestas al Evangelio de Jesús. Participar en las campañas que se realicen
2.- Favorecer que las comunidades cristianas (parroquias)
sean un lugar seguro protección y respeto para las mujeres víctimas y a sus
hijas e hijos.
3.- Eliminar lenguajes y prácticas excluyentes
discriminatorias.
4.- Visibilizar y participar con otros
colectivos en la denuncia y en la reivindicación de medidas a favor de las
víctimas de las violencias y de su prevención.
Reflexión
Cuando comencé a mirar el mundo con gafas violetas, entendí el verdadero
drama que suponen las violencias de género. Las nombro en plural porque son múltiples:
humillaciones, insultos, vejaciones, acoso, ablaciones, violaciones,
asesinatos. Unas violencias que afectan
a más mujeres de nuestros ambientes de las que pensamos, que no las reconocen o
cuentan, aunque cada vez vayan rompiendo más su silencio. Fíjate en ti misma y
en las mujeres de tu entorno, si viven relaciones igualitarias, si tienen
trabajo decente, tiempo para sí. Si no
vamos siendo conscientes de que esto es resultado de un sistema de dominación y
de que la violencia es la herramienta que los hombres utilizan para perpetuar
esa situación de subordinación, difícilmente podremos combatir las causas.
Como cristianas y cristianos estamos llamados a propiciar un cambio
cultural también en el seno de nuestra Iglesia, en su estructura, enseñanzas y
prácticas. Revisando las concepciones
tradicionales de la mujer vinculada a valores de sumisión. Superando la dualidad que asocia su cuerpo a
lo «pecaminoso» e «impuro». Reconociendo
su exclusión de los ámbitos de toma de decisiones y favoreciendo su
participación. En muchos pasajes
evangélicos podemos descubrir cómo Jesús transgredió las normas de su tiempo en
su relación con las mujeres, cómo las reconoció, denunció su sufrimiento y las
puso como modelo de fe.
La violencia de género tiene su mejor antídoto en el reconocimiento de la
igual dignidad de todas las personas, hombres y mujeres. El amor no se debe confundir con dominación,
explotación o posesión, porque tiene que ser compatible con un absoluto respeto
a que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. Esta concepción está en la entraña misma del
mensaje de Cristo y supone para la Iglesia una exigencia de compromiso en su
erradicación.
Desde el Sector de la Mujer de la HOAC trabajamos por el empoderamiento
de las mujeres trabajadoras, especialmente de aquellas que viven situaciones
más desfavorables. Lo hacemos desde la
formación y el discernimiento colectivo, el acompañamiento, la denuncia de las
situaciones de desigualdad e injusticia, colaborando a construir y dar
visibilidad a experiencias alternativas en la forma de vivir. ¡¡Por
una vida libre de violencias contra las mujeres!!.
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