SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
(23 de mayo de 2021)
Introducción: El solemne nacimiento de la Iglesia.
Hoy celebramos un gran día: el nacimiento de la Iglesia de Jesús. y el nacimiento tiene lugar con toda solemnidad, a bombo y platillo; el Espíritu Santo baja en forma de lenguas de fuego y se postra sobre las cabezas de quienes tenían que propagarla por el mundo entero: los apóstoles del Cordero. Y ¡con qué fuerza! En menos de un siglo el gran Imperio Romano está saturado de la fe en Jesús, y numerosos mártires ofrecen gozosos la vida en testimonio eficiente de su verdad. A nosotros nos ha tocado vivir un tiempo en que parece vislumbrarse una nueva etapa de la Iglesia, ¿tendremos la suerte de recibir con esa fuerza el Espíritu del Resucitado? Hay señales que parecen dar una respuesta afirmativa, pero hemos de unirnos en oración como aquellos primeros con María la Madre de Jesús para que no se vaya de las manos la gran ocasión que se nos presenta. Es única y no podemos malograrla.
1. Imitemos la propagación de las primeras iglesias.
Los primeros discípulos están reunidos en oración con María la Madre de Jesús. No pasemos por alto ninguno de los detalles. ¡Están reunidos! Porque saben que donde dos o tres se reúnen en nombre de Jesús, allí está Él en persona. Hagamos oración, pero hagámosla así: reunidos en nombre del Señor. Y hagamos oración, es decir, roguemos al Padre en nombre del Señor Jesús que nos envíe el Espíritu prometido. Y no olvidemos pedir a la Señora que ore con nosotros: su oración llega al cielo con más velocidad que la nuestra, tan agradable fue su vida al Dios Altísimo. Y, llegado el Espíritu, les suelta las lenguas para hablar de las maravillas de Dios en un lenguaje inteligible por cada auditor, de modo que todos y cada uno se sienten movidos a confesar al Resucitado como Señor, Señor de sus vidas y de su hacienda. Y desde el cenáculo donde reciben el Espíritu parten todos a las diversas partes del mundo conocido para que no quede rincón adónde no llegue la gran noticia: el Crucificado ha resucitado de entre los muertos ¡y vive!. Y no sólo predican ellos, sino que fuerzan a cuantos reciben la fe a propagarla por su entorno y dar testimonio de ella con la propia vida, si es necesario. Así se propaga el cristianismo por todo el mundo conocido. En el tiempo que se avecina se nos presenta una empresa parecida para que llegue al continente asiático y se refuerce en las antiguas iglesias que evidentemente están perdiendo gran parte del fervor primitivo. ¡A trabajar, pues! ¡a rezar mucho y con intensidad! ¡en unión con María, la Madre de Jesús!
2. Constructores de un mundo nuevo.
Y no olvidemos que, cuando Jesús infunde su Espíritu, lo da para el perdón de los pecados. Vivimos hoy en un mundo en el que, por el olvido de Dios, reina como un señor el pecado. Es necesario un limpiado hondo y fuerte para que brille la luz. Entonces acabarán las guerras, el hambre, y todos los enemigos del hombre. Entonces reinará Dios en las conciencias y en las naciones, en lo privado y en lo comunitario. Entonces podremos inaugurar un mundo nuevo, de hermanos que se aman y que se sirven mutuamente para entre todos hacer de este mundo nuestro el Reino de Dios, que predica Jesús, por el que da su vida en la cruz, y el que inaugura con su resurrección de entre los muertos.
Conclusión: Empecemos ya ahora.
¿Dónde mejor podemos comenzar que en la Eucaristía que estamos celebrando? Aquí oramos comunitariamente, aquí nos asiste María, que no abandona a su Hijo ni al pie de la cruz, aquí nos confesamos como hermanos y nos damos la paz de Dios. Esto que hacemos es una maqueta del mundo que deseamos, por el que trabajamos y para cuya realización imploramos la venida del Espíritu Santo. No perdamos tiempo.
Hoy celebramos un gran día: el nacimiento de la Iglesia de Jesús. y el nacimiento tiene lugar con toda solemnidad, a bombo y platillo; el Espíritu Santo baja en forma de lenguas de fuego y se postra sobre las cabezas de quienes tenían que propagarla por el mundo entero: los apóstoles del Cordero. Y ¡con qué fuerza! En menos de un siglo el gran Imperio Romano está saturado de la fe en Jesús, y numerosos mártires ofrecen gozosos la vida en testimonio eficiente de su verdad. A nosotros nos ha tocado vivir un tiempo en que parece vislumbrarse una nueva etapa de la Iglesia, ¿tendremos la suerte de recibir con esa fuerza el Espíritu del Resucitado? Hay señales que parecen dar una respuesta afirmativa, pero hemos de unirnos en oración como aquellos primeros con María la Madre de Jesús para que no se vaya de las manos la gran ocasión que se nos presenta. Es única y no podemos malograrla.
1. Imitemos la propagación de las primeras iglesias.
Los primeros discípulos están reunidos en oración con María la Madre de Jesús. No pasemos por alto ninguno de los detalles. ¡Están reunidos! Porque saben que donde dos o tres se reúnen en nombre de Jesús, allí está Él en persona. Hagamos oración, pero hagámosla así: reunidos en nombre del Señor. Y hagamos oración, es decir, roguemos al Padre en nombre del Señor Jesús que nos envíe el Espíritu prometido. Y no olvidemos pedir a la Señora que ore con nosotros: su oración llega al cielo con más velocidad que la nuestra, tan agradable fue su vida al Dios Altísimo. Y, llegado el Espíritu, les suelta las lenguas para hablar de las maravillas de Dios en un lenguaje inteligible por cada auditor, de modo que todos y cada uno se sienten movidos a confesar al Resucitado como Señor, Señor de sus vidas y de su hacienda. Y desde el cenáculo donde reciben el Espíritu parten todos a las diversas partes del mundo conocido para que no quede rincón adónde no llegue la gran noticia: el Crucificado ha resucitado de entre los muertos ¡y vive!. Y no sólo predican ellos, sino que fuerzan a cuantos reciben la fe a propagarla por su entorno y dar testimonio de ella con la propia vida, si es necesario. Así se propaga el cristianismo por todo el mundo conocido. En el tiempo que se avecina se nos presenta una empresa parecida para que llegue al continente asiático y se refuerce en las antiguas iglesias que evidentemente están perdiendo gran parte del fervor primitivo. ¡A trabajar, pues! ¡a rezar mucho y con intensidad! ¡en unión con María, la Madre de Jesús!
2. Constructores de un mundo nuevo.
Y no olvidemos que, cuando Jesús infunde su Espíritu, lo da para el perdón de los pecados. Vivimos hoy en un mundo en el que, por el olvido de Dios, reina como un señor el pecado. Es necesario un limpiado hondo y fuerte para que brille la luz. Entonces acabarán las guerras, el hambre, y todos los enemigos del hombre. Entonces reinará Dios en las conciencias y en las naciones, en lo privado y en lo comunitario. Entonces podremos inaugurar un mundo nuevo, de hermanos que se aman y que se sirven mutuamente para entre todos hacer de este mundo nuestro el Reino de Dios, que predica Jesús, por el que da su vida en la cruz, y el que inaugura con su resurrección de entre los muertos.
Conclusión: Empecemos ya ahora.
¿Dónde mejor podemos comenzar que en la Eucaristía que estamos celebrando? Aquí oramos comunitariamente, aquí nos asiste María, que no abandona a su Hijo ni al pie de la cruz, aquí nos confesamos como hermanos y nos damos la paz de Dios. Esto que hacemos es una maqueta del mundo que deseamos, por el que trabajamos y para cuya realización imploramos la venida del Espíritu Santo. No perdamos tiempo.
Antonio Troya Magallanes, nace en San Fernando (Cádiz), el 28 de diciembre del año 1927, un cura al que a muchos nos ha alegrado conocer y a los que a muchos nos ha dejado una gran huella de humanidad. Fiel defensor del Concilio Vaticano II, su labor pastoral y su compromiso evangélico y social chocó con una sociedad autoritaria y caciquil.
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Antonio Troya Magallanes, su perfil como sacerdote a través de sus homilías:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6299157.pdf
Antonio Troya Magallanes, nombrado “hijo adoptivo de Puerto Real”:
https://www.puertorealhoy.es/antonio-troya-maruja-mey-seran-nombrados-nuevos-hijos-adoptivos-puerto-real
Antonio Troya Magallanes, perfil sacerdotal (Pág. 23), por JAHG:
http://www.obispadocadizyceuta.es/wp-content/uploads/2003/07/BOO2541-Julio-Agosto-2003.pdf
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Antonio Troya Magallanes, nombrado “hijo adoptivo de Puerto Real”:
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Antonio Troya Magallanes, perfil sacerdotal (Pág. 23), por JAHG:
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