Bajar de la cruz a los pobres.
“Necesidad de la fe en Dios, en su Hijo Jesús de Nazaret en su Iglesia para acompañar a los/as trabajadores/as precarizados/as y excluidos/as”.
Este trabajo forma parte de una reflexión que durante bastante tiempo he estado llevando a cabo sobre la ausencia o presencia de Dios en nuestras vidas y cómo esto afecta a las personas, en cómo se relacionan entre sí, en cómo desde la libertad buscamos la paz, la justicia, el bien común, el amor fraterno. En esta Semana de la Pasión de Jesús podemos ver multitudes de personas que van a ver, que buscan por las calles de la ciudad o pueblo encontrarse con el Cristo, éste previamente ha sido vestido, enjoyado, decorado, subido a un pedestal. Muchos asistentes a las procesiones tienen fe, en ese cristo, otros lo perciben de manera intimista, muchos también lo ven como una tradición cultural religiosa. Cada uno es libre de manifestar la religión a su manera, pero ¿es esa la mejor manera de ir a encontrarse con Jesús el galileo?, pero seguramente éste transita por calles aledañas vestido de indigente, sin hogar, sin trabajo, mugrientos, con hambre, quizá enfermos en el cuerpo y en el alma.
Por otro lado, hoy parece que muchos creen que ya no necesitamos a Dios, algunos lo creen porque quizá su vida le haya sido muy dura con él y no han encontrado en su camino un auténtico seguidor del Nazareno que le mostrara cuanto amor este le tiene, los “seguidores de Jesús” estaban quizá en las procesiones y entre tanto bullicio, no se percatan de la presencia de tantos marginados que habían sido ocultados a nuestros ojos. También los hay que ven a Dios como un estorbo, para ellos seguir dominando al mundo y cuanto en él existe sin medida: la vida vegetal, animal, y en muchos casos, hasta las personas, en no pocas ocasiones piensan que la felicidad se alcanza con el poder, el éxito, el ganar el gastar, el gozar sin límites, siendo estos los únicos criterios y valores que han de regir la vida y la sociedad. Desde esta perspectiva y para seguir manteniendo en el ser humano, ese anhelo innato por la trascendencia, han sustituido a ese Dios que teníamos como referente para nuestros actos que tanto estorba, por ese otro que satisface nuestras ambiciones y placeres, un dios éste que no cuestiona ni la moral ni la ética, incluso que tengamos cualquier religión, a condición de que esta sea vivida de manera intimista y dual, sin que altere ni cuestione al dios de la economía y de la razón.
Quizá esta pretensión mía de escribir sobre la religiosidad popular en forma de religión cultural, y qué sienta la espiritualidad más apegada al Jesús, el Cristo que camina sin adornos pero que va sosteniendo a los pobres, sus preferidos. Esto puede parecer pretencioso, “vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1,2) y se me puede decir que: “Doctores tiene la iglesia”, y he de dejar que sean ellos con todo su intelecto los que hagan teología, cristología, eclesiología. Tendrían razón los que esta crítica me hicieran, si no fuera porque el conocimiento, la experiencia del encuentro, el sentir cercano a Dios, a su Hijo Jesucristo, al Espíritu Santo, a la Iglesia y, a los que “no tienen ni donde caerse muerto” que, no está cerrada a los no sabios, a los no intelectuales, a los no ordenados…, también tendrían razón si el objeto de estas páginas, fuera meramente académico, pero no son estas mis motivaciones, lo que trato es de manifestar por escrito. Cuanto amor a puesto Dios en sus creaturas, en concreto, las personas que sufrieron amenazas, despidos e injusticia, que son invisibilizados por parte de la Iglesia diocesana por puras razones económicas, reflejándose pues, una fe dual e incoherente entre lo que se dice ser discípulos de Cristo y lo que realmente se práctica con los más débiles. También en esta mi persona, que se siente violentada en su conciencia cristiana por quienes tienen la misión de ser, pastor bueno con sus hermanos más pequeños. ¡Cuánto amor traicionamos nosotros los seres humanos!. Un amor gratuito que recibimos en la vida cotidiana, en la relación con la familia, con los miembros de la comunidad eclesial y social más cercana, más afín a la vocación recibida.
En esta importante etapa de mi vida, que me llegó a partir de recibir el Sacramento de la Confirmación, cumplido ya los cuarenta años, creo que, como cristiano es significativo este hecho, pues, el Espíritu Santo sopla cuando quiere, hacia donde quiere y sobre quien quiere, una etapa esta, que alcanza hasta el momento presente y que son muchas las personas a las que tengo que mostrar mi agradecimiento por cuanto me acompañaron, me formaron, me mostraron que la manera de seguir a Cristo era estando sirviendo a los pobres, no decorando imágenes, y hacerlo con quienes compartí compromiso socio político en organizaciones del mundo obrero y de la iglesia, que me condujo a entrar en un movimiento especializado de Acción Católica, la Hermandad Obrera de Acción Católica, HOAC, y con otros que Jesús de Nazaret puso en mi vida que me ayudaron a sentirme orgulloso, de ser miembro de un pueblo que era pobre, obrero marginado y excluido de los bienes de la Creación y del trabajo, todos ellos grandes luchadores contra las injusticias que se dan en esta sociedad, personas que por razón de su dignidad y mi misión cristiana ha de ser los con que yo tendría que gastar mi vida, con mis aciertos y errores, pero convencido de que mi misión, mi camino, era, es, que junto con los obreros como protagonistas, buscar la justicia del Reino de Dios, en este tiempo que me ha tocado vivir.
En esta sociedad en que la ignorancia, la incultura, el sufrimiento de gran parte del pueblo obrero, fue y sigue siendo lo que llevó a Guillermo Rovirosa, su primer militante e impulsor de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y a Tomás Malagón, consiliario nacional de la misma, a llevar, acercar los conocimientos básicos, social y eclesial a los trabajadores, para con ello, éstos, puedan saber cómo actuar ante las opresiones que recibían en la vida social, política y económica que tanto condicionaba sus vidas y las de sus familias, también desde dentro de la Iglesia, en la que generalmente muchos están relegados a ser simples monaguillos y el resto a simple espectadores.
No
quiero decir que yo a lo largo de más de veinte años haya alcanzado un nivel de
conocimiento que me permita debatir o rebatir, cuestiones teológicas o de fe,
ni mucho menos, que el Señor me libre de tal vanidad, pero sí que digo
que un mínimo de conocimiento como el mío es posible para los no intelectuales.
Como ejemplo de este razonamiento,
podemos encontrarlo en los Evangelios con la frase:
«Te doy gracias, Padre de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las ha revelado a la gente sencilla». (Mt 11,25).
Otro ejemplo lo tenemos en S. Ignacio de Loyola, cuando él elaboro los “ejercicios espirituales” que tanto ayudó a los creyentes, era solamente un seglar, sin más conocimiento que el militar, ni conocimientos en teología o filosofía tenía. Pero ese librito religioso suyo, sobre “los ejercicios espirituales" arrasó por toda Europa y el mundo, promoviendo una espiritualidad, también seglar. Tristemente esa espiritualidad que manaba de los ejercicios espirituales, más tarde fue encerrada al uso exclusivo para los sacerdotes y religiosos, hasta que el cristianismo en la sociedad no entró en decadencia, entonces fue devuelto los ejercicios para su uso general de los creyentes católicos, aunque hoy aún sigue predominando su uso para los seglares de manera clerical el desarrollo de los mismos.
Por último, el más grande de los teólogos, Santo Tomás de Aquino, al final de sus días dejó de escribir y cayó en una angustia que no lo dejó hasta el último momento de su vida y que le hacía repetir sin cesar, “que todo lo que había escrito, no valía nada, ni servía para nada”.
A toda la situación que se daba y se da en la Iglesia sobre cuanto acontece a los pobres, los trabajadores mayoritariamente, la respuestas actual por parte de responsables de ésta, es encerrarse dentro de los templos, las distintas pastorales que se viven y se potencian son las que se desarrolla especialmente hacia el interior de los templos, la de la liturgia, la caridad que es la función más amorosa hacia los pobres, aunque insuficiente por la escasa promoción de éstos, que es lo que rompe los lazos con la reproducción de la pobreza, también es permanentemente la función catequética y poco más, en la mayoría de las parroquias sin embargo, esas otras pastorales de cercanía con las personas, en los barrios, en los ambientes con los que sufren injusticias, etc. no se desarrollan de la manera que la Iglesia debiera según nos relatan los Evangelios y la formación en los seminarios se centra fundamentalmente en formarlos como funcionarios en los sacramentos y en el gobierno de las parroquias, esas otras pastorales, como la Acción Católica, la pastoral de la juventud, la pastoral obrera, etc. se dan escasamente. Se argumenta por parte de algún obispo, que esa necesidad pastoral se cubre con la actividad general parroquial, algo difícil de hacer si no se aceptan a los diferentes en los carismas que compone el Cuerpo Místico de Cristo. La realidad es, que muchos curas sienten recelos de esas otras pastorales, por temor a que los laicos habituales de sus parroquias pasen a ser creyentes laicos fueras de los templos, en el fondo, muchos de ellos lo que quieren es ser los líderes de los laicos. Un hecho es también que en los últimos tiempos es que cada vez más frecuentemente, hay sacerdotes en las ciudades que ya no residen en los mismos barrios en que se asientan las parroquias, con lo que el encuentro que propician el “conocer” a las familias, y los vecinos, con sus alegrías y dificultades, a los trabajadores cada vez más explotados y excluidos, y las enormes posibilidades para atraerlos a todos ellos a la misión de la Iglesia, que es evangelizar, esto se hace algo cada vez más difícil por la ausencia de sacerdotes y laicos que propicien con su testimonio el encuentro con Jesucristo en los ambientes en que viven su desarrollo humano, social o profesional.
Estas
razones, como otras que hacen que en todo ello hacen sentirlas como participación
en la obra creadora del Dios Creador, el cual quiso que el mundo fuera la casa
común del ser humano, así pues, le concedió ser la fuerza motora de cuanto
se tenía que hacer para modelar esta hermosa vasija en la que vivimos que es la
tierra, toda ella repleta de vida vegetal, animal y humana, por lo cual es
modelo a imitar y seguirlo, nos envió a su Hijo para liberarnos de toda
esclavitud, a fin de que alcancemos lo que Dios quiso para todos los hombres
y mujeres desde el principio de los tiempos, la vida eterna.
«¿Qué
problemas reales plantea a la Iglesia y a sus teólogos el trabajo humano? Hay que conciliar dos perspectivas. Es necesario partir del término general de lo
que significa teología: como ciencia que trata de Dios y del conocimiento del
mismo a través de la fe o la razón teológica cristiana. Por lo que teología del trabajo trata de dar
un sentido al esfuerzo colectivo de la humanidad que intenta dominar el
universo entero: bajo este aspecto la teología del trabajo será una teología de
lo que hace el ser humano a través de su inteligencia, creatividad, ingenio y
su fuerza física para transformar la naturaleza desde los criterios del Dios de
la Creación. Por otro hay que
revalorizar, el aspecto personal del trabajo elaborando una teología de la
acción: y en este sentido la teología del trabajo será una teología del acto
humano.
Quizá algunos teólogos, dado el ambiente materialista, "las connotaciones históricas" y las condiciones inhumanas del trabajo, han descuidado este aspecto personal de la acción dedicándose tan sólo a elaborar una teología del producto. Pero el acto no puede ser considerado como un simple medio, sino que tiene en sí mismo una consistencia de orden objetivo y una significación propia».[1]
Sin
embargo, tanto amor manifestado en la creación para con los hombres por el
Dios creador, recibiría como pago la expropiación egoísta de la naturaleza,
el maltrato y el asesinato de hombres por los hombres, para así poseer en
propiedad exclusiva la fuerza del trabajo de las personas y de los bienes de la
naturaleza. Lo que tenía que ser propiedad
compartida, e incluso, la misma libertad de los hombres y mujeres las
poseían. Y lo que fue: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, frase ésta que muchos consideran como
una maldición bíblica por nuestra traición al Creador, ha ocultado la verdad
del deseo de Dios para con los hombres, que es hacernos copartícipes de la
Creación, sin embargo, el sentido del trabajo se siente como algo indigno a
causa del sufrimiento que este provoca, siendo pues rechazado por la perversión
que el egoísmo humano ha hecho del trabajador y de su trabajo. Y éste trabajo pasó a verse como, "ganarse
el pan con el sudor del de enfrente".
«Así, casi desde el principio de los tiempos el trabajo pasó a ser algo detestado e indigno por los poderosos, a la vez que necesario para sus vidas de placeres y seguridades, por lo que ellos se rodearon de una serie de hombres y mujeres que les resolvieran esa necesidad, pero que lo harían teniéndolos como esclavos, criados, campesinos, obreros, artesanos que trabajaban para ellos, y los poderosos pasaron a ser dueños del trabajo y que cínicamente decían que “gracias a su benevolencia” nos permitían realizarlos a nosotros los obreros y trabajadores. Y el trabajo nos fue robado, y con ello nuestra capacidad creadora de las cosas necesarias, a la vez que nos impedían que fuésemos con-creadores junto con Dios de la naturaleza. Pero ellos eran conscientes de su mal y se sentían inseguros ante tantos trabajadores expoliados y ellos, los poderosos crearon a partir de trabajadores sumisos, una clase intermedia, los gobernantes, los jueces, los soldados, los policías… que los defendían de los trabajadores molestos por las injusticias sufridas. El amor, la justicia, la paz, fueron mareados hasta lo que hoy conocemos, una sociedad pervertida y corroída, sin sentimiento de servicio y entrega a los demás, solo es natural el ‘gozar’, ‘ganar’ y ‘gastar’ y para ello hay que ser competitivos adaptado a las necesidades de la economía, Dios hoy es usurpado por el dios dinero y el dios mercado»[2]
Pero en esta realidad que nos narra el anterior “cuento del trabajo” en la que hoy se ha convertido la Creación y el trabajo humano, se produce una apatía e indiferencia para que el hombre-mujer pase a ser lo que fueron llamados a ser: sujetos del trabajo cuya dignidad es sagrada y que todo cuanto acontece en la sociedad, en la economía, en la política ha de estar subordinado al ser humano.
Por supuesto que existen grandes personas, grupos, organizaciones que están en permanente tensión y que luchan contra la realidad dominante, muchos de ellos aún creen que este cambio de paradigma se ha de llevar a cabo devolviendo a Dios a la historia del hombre-mujer para así traer la liberación del pueblo, de los trabajadores, todos ellos son también santos por sus vidas de entrega. También los hay que no son creyentes y esta liberación también les ha de venir desde un humanismo social, pero no antagónico, siendo los verdaderos héroes en la sociedad, no los artistas, futbolistas o políticos. Ninguno de éstos, están excluido de esta ansia liberadora para el hombre-mujer, pero todos tenemos necesidad de razones para la lucha por el bien, entre estas razones está el conocimiento que nos dé argumentos religiosos, históricos, ideológicos, sociales, etc. Conocimientos y argumentos para compartir. Y la fe, “que aunque se guarde en vasijas de barro, no es para tenerla oculta, sino para ofrecérsela a todos”, hasta para los que no creen en Dios.
Ante
esto, ¿Qué hacer?. Esta
es la gran pregunta que se viene haciendo y cuya respuesta no puede ser la de
siempre, evasiva, como si no fuera conmigo, o, “ya soy mayor”, “somos muy
pocos”..., la respuesta tiene que responder a las necesidades de las
personas, a los problemas que le aquejan, a la dignidad arrebatada, y
decir:
«¡Aquí
estoy Señor
para hacer tu voluntad!.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: “aquí estoy"». (Salmo
39)
También
hay que colocar en su justo lugar la teología, la espiritualidad. La teología como ciencia de Dios y que en
formulación de Tomás Malagón Almodóvar dirigió a los obreros, a
los que les abrió la mente para un mayor conocimiento de la Iglesia, de la
sociedad y de sus propias capacidades para ser apóstoles de Jesús de Nazaret en
el mundo obrero.
«Como
una teología social y haciendo una distinción entre la fe y la teología, porque
ambas son realidades distintas, aunque en un plano de continuidad. Porque mientras la fe es entrega amorosa del
hombre a Dios, la teología es una actividad humana, una ciencia elaborada por
la razón creyente.
El
papel de la teología es estudiar los elementos de la Revelación sobrenatural,
profundizando en ellos, hallar sus relaciones recíprocas, reducirlos a sistemas
ordenados de pensamiento, deducir consecuencias de todo orden. Pero ha de ser todo
esto mirando al hombre, al que ha de ayudar así a sumergirse en la vida de la Iglesia
como realidad colectiva. La teología
pues, perfecciona al hombre, lo humaniza, lo ayuda… a sobre naturalizar su
existencia; pero hace todo esto socializando…, al hombre en la iglesia y
haciendo de él un hombre con viva comunión social. Más aún, la teología ha de enseñarnos cuál es
el Plan de Dios sobre la vida individual y colectiva, aquí, en este mundo… Ella no debe ser solamente un conjunto de
ideas abstractas, ni una especie de metafísica religiosa de las realidades
humanas y temporales que nos dice cuáles son las primeras causas y las últimas
finalidades de las cosas, y esto sólo como apéndice o como una consideración
que se expone a propósito de otra cosa que es la que de verdad se toma en
consideración. La teología ciertamente
deberá estudiar las realidades que constituyen el universo sobrenatural (Dios,
la Trinidad, Cristo, la Gracia, los Sacramentos, la Iglesia…todo lo cual está
lleno de aspectos sociales); pero debe además enseñarnos a mirar
sobrenaturalmente todas las cosas (el universo entero de la naturaleza de la
historia y de la conciencia), mostrarnos como deben ser según las exigencias de
su propio ser y de la Revelación que sobre todo ello es preciso realizar.
«Los tiempos, sin embargo, han cambiado. La teología hoy quiere abrirse al mundo, al diálogo con todos los hombres, a todos los problemas de la humanidad. Se pone de relieve la importancia del laicado, se estudia el compromiso temporal de los seglares, las relaciones de la Iglesia con la sociedad, se da importancia a los aspectos comunitario del mensaje cristiano... Es que la teología está tomando conciencia más clara de cuál es su objeto, del principio o facultad que la edifica, de su fin y de los métodos que se le adaptan, todo lo cual hace de ella la ciencia social por excelencia».[3] (Teología fe y creencia en Tomas Malagón, por Alfonso Fdez. Casamayor)
Además, es necesario recuperar la filosofía, las ciencias sociales, la historia, las tradiciones..., porque los gobiernos los estudios de humanidades los están sacando de los planes de estudios, porque éstos junto con los compromisos sociopolíticos, la solidaridad y el gastar la vida para que otros vivan con alegría y eficiencia la fe y la razón que la sociedad y el trabajo requieren son más necesario que nunca.
A esa pregunta que antes me hacía, hay que sentir la necesidad de conocer a Dios, a su obra creadora, al ser creado, su devenir histórico, a pensadores cristianos, al sentido del trabajo, de cómo lo percibieron antes que nosotros, también lo que escribieron, y comenzar a buscar a través de textos escritos, razones para compartir: en la Biblia y sus distintos libros ¿la Iglesia, la HOAC busca la dignificación del trabajo y del trabajador?. Esto lo confronté con esos textos que leía, haciéndolo a través de documentos, de Rovirosa, de Malagón, de Asambleas generales, planes de formación, cuadernillos…, testimonios de militantes, y la respuesta que de todo ello recibía, y, es que “sí”, que toda la acción liberadora de Jesucristo, de la Iglesia, de tantos creyentes de la historia lo atestiguan y que, no puede ser un obstáculo para seguir los pasos del Nazareno el que algunos o muchos no sigan ese camino que nos señaló Jesús de Nazaret.
En este discernir la historia desde el misterio del Dios de la Creación por el que fuimos creados para compartir todo lo creado, que en Jesucristo se perfecciona la Creación de la humanidad terminada, que por Él los hombres-mujeres alcanzarán su misma condición: la de ser todos hijos/as del mismo Dios, que, para ello tuvo que morir de manera ignominiosa en la cruz, para redimirnos con el Padre al que apartábamos de nuestras vidas para que nuestro yo ocupara su lugar, y, que a pesar de ello, Él sigue estando entre nosotros en el Espíritu Santo para inspirarnos actitudes, valores, conocimientos. Que Dios en la historia del hombre-mujer: -Dios Creador del universo entero - nos hace con creadores - Él siempre está presto a acudir en nuestro socorro - Por su Amor para con nosotros nos envió a su Hijo Encarnado entre los hombres, pobre y obrero - para liberarnos de toda esclavitud.
¿Podemos
pues, encerrar a Jesús el Nazareno en una serie de pasos de cofradías en la que
se representa su Pasión y Muerte durante una semana y no seguir el camino que
nos señaló?:
«Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tus fuerzas y ama al prójimo como a ti mismo» (Mt 22,37-39)
Tomás
Malagón, como ya hemos visto antes, y Guillermo Rovirosa,
tuvieron una gran preocupación por los cambios que se estaban produciendo en
la sociedad de una España convulsa tras una terrible guerra civil, y cómo
esto afectaba a la Iglesia, y en cómo debía responder ésta a esos cambios. Ambos en sus escritos hablan de la teología
social, y a lo largo de sus vidas tanto las que vivieron dentro de la HOAC
como las que pasaron apartados de ella por decisión de la jerarquía eclesial. Fue tal la aportación que realizaron en
materia eclesial y social que pueden considerarse a ambos como unos adelantados
al Concilio Vaticano II.
«Todo cuanto existe tiene una especie u otra de amor, que es buscar la propia perfección adecuada. Esta perfección, en los seres inorgánicos, está en el hecho de existir; en los seres vivos consiste en alcanzar el desarrollo de su vida determinada. En los hombres está, además, la de amar en el sentido propio de la palabra.
En Dios el amor solamente es dar. Su acción hacia fuera no tiene el carácter perfectivo. En la Creación el amor es equilibrio: dar y recibir.
En el hombre tiende a hacerse centro. Es la forma rudimentaria de afirmar la propia imperfección: buscar una perfección en un punto falso.
La realidad del paraíso la renueva el hombre, cuando se sitúa en la verdadera jerarquía de valores. La visión y el uso de las cosas creadas es lo que convierte en paraíso o en adversarias, según que este uso sea correcto o incorrecto.
La creación en sí misma no ha sido afectada por el pecado. Solo cuando se usa para un fin indebido se convierte en hostil y trágica para el hombre.
El hombre que usa mal la creación experimenta que ella se rebela: la creación se ve como forzada a ser para lo que no debería ser, y, en este sentido san Pablo afirma que la creación espera también su propia redención.
El
hombre, a pesar del pecado, no ha perdido la imagen de Dios (la inteligencia),
y por ello pueden aún dominar la creación. Pero al perder la semejanza de Dios y usando
mal de las criaturas constata que este dominio no es un dominio pacífico, sino
que se convierte en una continua hostilidad.
Solamente con el amor pueden cambiar las perspectivas. Pues con el amor puede el hombre encontrar el equilibrio en la creación.
Hay que buscar pues, el punto de partida para la sociología en el amor o tendencia a la perfección; y el desarrollo total de la perfección del individuo será también constituir el Cuerpo Místico de Cristo. El Cuerpo Místico será, pues, la finalidad totalmente perfectiva, capaz de ofrecer toda la perfección al hombre… Como la única perfección total está en Dios, el Cuerpo Místico encuentra su última razón de perfección en ser ordenado a la Gloria de Dios. Aquel crear desinteresado no tiene otra finalidad que Dios: tender hacia la causa de donde procede, Dios… La primera relación social, pues, está en Dios como causa, orden y término de la creación».[4]
En la actualidad puedo decir que las razones que provocan dudas, interpelaciones, crisis de pertenencia a esta mi Iglesia van desapareciendo, no podía ser de otra manera, el pecado de algunos, incluido el de éste que escribe, no puede ensuciar las vidas cristianas llenas de amor hacia los más débiles y excluidos de ésta mi diócesis o la del resto de las diócesis que tengan pastores entregados en servir a sus feligreses, empezando por los más empobrecidos. Reconozco que, aunque dada mi permanente insatisfacción a cuanto hago en la vida, en algún otro momento tendré que volver a profundizar en la fe en Jesús de Nazaret y en orarle a Cristo, para estar más cerca de los empobrecidos, los excluidos de los bienes de la Creación, de la justicia, de la dignidad de Hijo de Dios. Razones todas estas que provocaron este trabajo que tanto me ha enriquecido espiritualmente, y que confió que de alguna manera pueda ser útil a mis hermanos en la fe en nuestro Señor Jesús de Nazaret.
Bajar de la cruz al pobre que por justicia a éstos, también serían resucitados en Él, esto es lo que Jesús desde su trono, “La Cruz”, mandó a sus discípulos hacer.
Semana Santa del año 2022
José Manuel Carrascosa Freire
[1] Joseph Thomas. "Hacia una
teología del trabajo"
[2] Alfonso Alcaide. Cuaderno HOAC n° 1.
“El cuento del trabajo”
[3] Manuscritos Tomas Malagón.
“Teología, fe y creencia en Tomás
Malagón”.
[4] Guillermo Rovirosa Obras completas volumen.
III. “Gremio de teología social”.
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