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miércoles, 1 de mayo de 2024

PRIMERO DE MAYO, ¿HAY JÓVENES EN LA FIESTA? Y NO DESCUIDEMOS LA DECENCIA

Primero de Mayo, ¿hay jóvenes en la fiesta?

Hubo unos años que aunque cercanos (¿2018 o 2019?) aquellos que militamos en la Juventud Obrera Cristiana (JOC) de Huesca ya vemos como una especie de “pasado dorado”. Lo cierto es que éramos capaces de convocar a una buena docena de jóvenes a pintar carteles la mañana del 1º de Mayo, y luego bajar poco antes de la hora al lugar en el que los sindicatos mayoritarios arrancaban la manifestación. Inmediatamente al entrar en la Plaza de Navarra, el cálculo de la edad media de los asistentes bajaba un lustro. La singularidad era tan escandalosa que durante esos años de forma ininterrumpida salimos en la prensa local que cubría la mani. Me gusta imaginarme al plumilla buscando perfiles varios (un hombre, una mujer y una persona joven) y no quedarle más remedio que preguntarnos al grupillo de la JOC año tras año.



El 1º de Mayo vuelve a poner un año más en marcha a grupos de jóvenes de la JOC en diversas diócesis. Al igual que sindicatos y otros movimientos obreros estos días repasan la lista de convocatorias; desde la JOC modestamente podemos también añadir con convencimiento nuestra movilización. Jóvenes militantes jocistas se reúnen para repasar el sentido de esta festividad, redactar sus reivindicaciones más sentidas en carteles, y también pasando por el altar ante el ejemplo de Jesús obrero, se echarán a la calle durante el miércoles 1.

Pero no nos engañemos, la cultura mayoritaria está alejada del sentido que nosotros le damos a este día. Expresar la importancia que este día tiene para la JOC encuentra mayoritariamente posturas de incomprensión entre los jóvenes que no son militantes. La cuestión “obrera” está de capa caída, y salvo un puñado de jóvenes con una politización temprana, existe un gran desconocimiento en torno al vaciado título del “Día del Trabajo”.  Mención aparte merece el puentazo que brinda este festivo, excusa perfecta para “las últimas vacaciones antes de exámenes” o momento en el que tiene lugar el cuestionable Viña Rock.

Sin embargo, diría que la mayoría de militantes han sabido encontrar en esta fecha un día ideal para poner en práctica pequeños procesos de acción, uno de los tesoros metodológicos de la JOC. Una fecha que es importante “por tradición”, pero que acaba siendo comprendida y rellenada de un contenido siempre actual. No somos de la JOC por una sola cuestión lúdica o de “pertenencia”, si no que sabemos que esta reivindicación apela a toda persona joven que sufren en su curro, que no pueden pagar un alquiler, o que ven en casa una situación económica complicada.

Al final, nuestro movimiento no participa en la fiesta obrera planteando un complejo programa, pero sí que nos proponemos afinar el oído y aclarar las gargantas para oír esas voces trabajadoras; así como es un momento para hacernos conscientes de esta travesía por el desierto –una especie de larga pascua obrera que camina hacia la emancipación– que no queremos abandonar. Así, el Primero de Mayo, con un poco de pedagogía y de insistencia, volveremos a conseguir formar esos grupos de jóvenes que se dejarán ver y oír por las calles de varias ciudades.


No descuidemos la decencia



El mundo del trabajo está cambiando a un ritmo acelerado. Los cambios e innovaciones tecnológicas, la compleja y desigual evolución demográfica del mundo, la aceleración de los mercados, la crisis global de la política como mecanismo de protección de los derechos humanos, la crisis ecológica afectan de manera estructural al mundo del trabajo y a las personas trabajadoras produciendo un descuido indecente de la condición humana y planetaria.

Las nuevas tecnologías, que aparecían como un relato de la economía de la esperanza, trabajo para todas las personas con menor esfuerzo, parecen convertirse en un proceso de “refeudalización” (Dosi y Virgillito) de las sociedades occidentales en el que las élites presentes y potenciales gestionan un feudo para provecho propio y no para el cuidado de la justicia. No es casualidad el incremento constante de las desigualdades en un contexto de profunda digitalización y automatización del mundo. 

La Organización Internacional del Trabajo afirma que el 70% de los trabajadores y trabajadoras del mundo están expuestos de manera significativa a los efectos del cambio climático (calor, efectos meteorológicos extremos, contaminación atmosférica, etc.). El descuido del planeta, el olvido de la profunda ecodependencia produce un intenso descuido de las personas trabajadoras.

El creciente individualismo también se despliega en el mundo del trabajo siendo el “virus más difícil de atajar”, como afirmaba el papa Francisco en Fratelli tutti, para un mundo que cuide la fraternidad universal. El trabajo cada día se desarrolla más como praxis individual sin contextos compartidos ni asociaciones comprometidas con el cuidado y el sentido del trabajo. La aparición de la llamada autoexplotación (Han), con la aparición constante del síndrome del extenuado en el mundo laboral, produce personas que se autodevalúan y autodiscriminan exculpando a los elementos estructurales del mundo del trabajo. 

La forma más eficiente de poder pretende que las personas se sometan por sí mismas a las estructuras de dominación. En lugar de constreñir por sumisión, al modo clásico de explotación, nos hace dependientes por la autopercepción. El régimen disciplinario consigue colonizar nuestras “almas” para que ejercitemos un continuo descuido de nuestro ser en orden a la productividad, el rol social y la percepción del entorno. Nunca somos lo suficientemente buenos para vivir en paz. En este contexto parece que desarrollar una actividad laboral en un entorno social seguro, con condiciones aceptables se convirtiera en un privilegio personal inaceptable. Hay que dar más, hay que emprender más, hay que esforzarse más para vivir en una guerra pacífica consigo mismo y con la sociedad.  

El mundo del trabajo necesita un nuevo imaginario que pueda romper con el descuido antropológico de las nuevas tecnologías, el descuido ecológico que sobrepasa los límites planetarios afectando a la condición humana de las personas trabajadoras y con la autoexplotación que nos infligimos en el mundo acelerado y competitivo que nos movemos. Si seguimos pensando, con Juan Pablo II en Laborem exercem, que el trabajo es “la clave esencial de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre” (LE 3) necesitamos una revolución de los cuidados. Revolución que es política, social y personal. Revolución que nos permita desplegar el poder de la decencia en el trabajo en contextos de indecencia colectiva. 

Profesor de Ética
Universidad Pontificia de Comillas



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