Núm. 1.479 [1-5-09 / 15-5-09] pág. 5
UNA OPORTUNIDAD HISTÓRICA
http://www.hoac.es/pdf/Noticias%20Obreras/1%20mayo/editorial.pdf
UNA OPORTUNIDAD HISTÓRICA
http://www.hoac.es/pdf/Noticias%20Obreras/1%20mayo/editorial.pdf
Cuando escribimos estas líneas, el gobierno está estudiando la posibilidad de ampliar un año la percepción del subsidio de desempleo, ante el destrozo humano y social que la crisis está provocando. Nos parece una medida acertada, pero insuficiente; porque hay oportunidades históricas que debemos aprovechar para dar un salto hacia la humanización de todo y de todos.
La oportunidad surge porque la ambición y el egoísmo de unos pocos han roto la relación entre trabajo productivo y riqueza; han conseguido ganar dinero rápido y fácil comprando y vendiendo dinero, papeles, oportunidades, intangibles…, toda una gran mentira que ha estallado provocando víctimas humanas. Quien esté persuadido de que es posible reconducir esta situación se equivoca, porque la necesidad de incrementar los beneficios permanentemente ‑como pecado estructural‑ y la ambición de tener más y más ‑como pecado personal‑ harán aflorar nuevas formas de ganar dinero rápido y fácil; nuevas formas de romper la relación entre trabajo productivo y riqueza; nuevas formas de ingeniería financiera, que es el eufemismo que utilizan para no decir robo legalizado.
Al romperse la relación entre trabajo productivo y riqueza, se ha roto también la relación entre empleo productivo y salario, entre empleo y condiciones de vida; y no lo ha hecho de manera coyuntural, lo ha hecho como producto inevitable de la confluencia entre el pecado estructural y personal que han generado la crisis; y como éstos no van a remitir, tampoco lo hará la ruptura entre empleo productivo y salario. Debemos de acostumbrarnos, pues, a convivir con multitudes que van a carecer de algún medio de vida de manera estable.
Lo que ocurre es que una sociedad así no es gobernable, no es humana, no es moral, no es aceptable. Pero tampoco lo es una sociedad subsidiada, una sociedad desempleada, una sociedad en la que se percibe lo necesario para vivir sin aportar nada a cambio, una sociedad con derechos pero sin deberes.
La oportunidad consiste en restablecer la relación entre empleo productivo y medios de subsistencia, pero un empleo productivo para la comunidad, no para un particular; un empleo productivo generador de riqueza para todos, no para la apropiación individual; un empleo productivo que puede surgir de la iniciativa privada, de la pública o de ambas, pero que no tiene como finalidad el enriquecimiento individual.
¿Y qué motivación pueden tener para crear empleo, los unos, y para trabajar, los otros? Sólo puede haber una motivación: El amor, experimentar que se ha acabado la lucha de unos contra otros y que hemos pasado a la lucha de todos por todos, especialmente por aquellos que peor lo pasan.
La Iglesia podemos prestar un servicio inestimable ofreciendo el patrimonio de nuestra doctrina social, según el estilo de diálogo de Jesucristo: que «habla a los hombres como amigos» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 13) y «proponer a todos los hombres un humanismo a la altura del designio de amor de Dios sobre la historia, un humanismo integral y solidario, que pueda animar un nuevo orden social, económico y político, fundado sobre la dignidad y la libertad de toda persona humana, que se actúa en la paz, la justicia y la solidaridad». (CDSI, 19)
Se nos abre un gran horizonte, una gran oportunidad para compartir lo que tenemos; para la formación y la educación del nuevo ser humano, que todas las instituciones y asociaciones deben fomentar con profundidad y seriedad. Oportunidad que nos exige cambiar, que nos da miedo, que no sabemos cómo hacerlo, pero que está ahí, esperando nuestra llegada. En la Iglesia le llamamos conversión. ■
EDITORIAL
Publicado en NOTICIAS OBRERAS:
Núm. 1.479 [1-5-09 / 15-5-09] pág. 5
La oportunidad surge porque la ambición y el egoísmo de unos pocos han roto la relación entre trabajo productivo y riqueza; han conseguido ganar dinero rápido y fácil comprando y vendiendo dinero, papeles, oportunidades, intangibles…, toda una gran mentira que ha estallado provocando víctimas humanas. Quien esté persuadido de que es posible reconducir esta situación se equivoca, porque la necesidad de incrementar los beneficios permanentemente ‑como pecado estructural‑ y la ambición de tener más y más ‑como pecado personal‑ harán aflorar nuevas formas de ganar dinero rápido y fácil; nuevas formas de romper la relación entre trabajo productivo y riqueza; nuevas formas de ingeniería financiera, que es el eufemismo que utilizan para no decir robo legalizado.
Al romperse la relación entre trabajo productivo y riqueza, se ha roto también la relación entre empleo productivo y salario, entre empleo y condiciones de vida; y no lo ha hecho de manera coyuntural, lo ha hecho como producto inevitable de la confluencia entre el pecado estructural y personal que han generado la crisis; y como éstos no van a remitir, tampoco lo hará la ruptura entre empleo productivo y salario. Debemos de acostumbrarnos, pues, a convivir con multitudes que van a carecer de algún medio de vida de manera estable.
Lo que ocurre es que una sociedad así no es gobernable, no es humana, no es moral, no es aceptable. Pero tampoco lo es una sociedad subsidiada, una sociedad desempleada, una sociedad en la que se percibe lo necesario para vivir sin aportar nada a cambio, una sociedad con derechos pero sin deberes.
La oportunidad consiste en restablecer la relación entre empleo productivo y medios de subsistencia, pero un empleo productivo para la comunidad, no para un particular; un empleo productivo generador de riqueza para todos, no para la apropiación individual; un empleo productivo que puede surgir de la iniciativa privada, de la pública o de ambas, pero que no tiene como finalidad el enriquecimiento individual.
¿Y qué motivación pueden tener para crear empleo, los unos, y para trabajar, los otros? Sólo puede haber una motivación: El amor, experimentar que se ha acabado la lucha de unos contra otros y que hemos pasado a la lucha de todos por todos, especialmente por aquellos que peor lo pasan.
La Iglesia podemos prestar un servicio inestimable ofreciendo el patrimonio de nuestra doctrina social, según el estilo de diálogo de Jesucristo: que «habla a los hombres como amigos» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 13) y «proponer a todos los hombres un humanismo a la altura del designio de amor de Dios sobre la historia, un humanismo integral y solidario, que pueda animar un nuevo orden social, económico y político, fundado sobre la dignidad y la libertad de toda persona humana, que se actúa en la paz, la justicia y la solidaridad». (CDSI, 19)
Se nos abre un gran horizonte, una gran oportunidad para compartir lo que tenemos; para la formación y la educación del nuevo ser humano, que todas las instituciones y asociaciones deben fomentar con profundidad y seriedad. Oportunidad que nos exige cambiar, que nos da miedo, que no sabemos cómo hacerlo, pero que está ahí, esperando nuestra llegada. En la Iglesia le llamamos conversión. ■
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Núm. 1.479 [1-5-09 / 15-5-09] pág. 5
Tema de la Quincena: Espiritualidad del cristiano en la práctica social y política.
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