La amabilidad es algo más que cortesía.
En contra de la definición simple de la palabra “amabilidad” como la manifestación de una actitud educada, cortés y complaciente en el trato entre las personas, el autor nos explica que es algo o mucho más porque constituye la demostración de la calidad humana y la prueba de la autenticidad cristiana. En un análisis detallado nos demuestra cómo las personas amables ponen de manifiesto una serie de virtudes morales que, además de revelar su equilibrio mental y su calidad ética, alcanzan su mayor sentido cuando fundamentan sus actitudes y comportamientos en una intensa vida teologal: en la fe, en la esperanza y en la caridad alimentadas por la oración. El padre Lawrence G. Lovasik, Fundador de las Hermanas del Divino Espíritu, parte del supuesto de que la amabilidad nace en el alma del hombre: “es la nobleza del hombre, un ser más divino que humano”. El fundamento de esta categórica afirmación estriba en el hecho de que, la amabilidad es una cualidad humana que tiene mucho que ver con la bondad cristiana cuyo núcleo es el amor. El autor llega incluso a afirmar textualmente que “la amabilidad es nuestra imitación de la Divina Providencia” y que, “si te modelas a imagen de Jesucristo, desaparecen la aspereza, el rencor y el sarcasmo”.
Me ha resultado especialmente atractivo su dibujo de la amabilidad de Jesús. Nos dice textualmente: “En el transcurso de los años solo ha existido una persona capaz de encarnar todas las características de un perfecto caballero: Jesucristo. A lo largo de sus treinta y tres años de vida, no se le conoció un solo gesto antipático. La dulzura de su sonrisa, el brillo de su mirada, la comprensión que emanaba de su rostro cuando daba consuelo, confortaba o animaba a quien necesitaba aliento: todo en él traslucía una amabilidad y un afecto auténticos por los hombres. Incluso cuando amonestaba a los hipócritas, lo hacía movido por los oprimidos” (p. 30)
¿Cómo -le preguntamos- alcanzamos y perfeccionamos esa cualidad? Nos responde con detalle en las tres partes del libro: en la primera, nos propone la exigencia de adoptar una actitud amable profundizado en sus fundamentos, evitando los juicios negativos sobre los comportamientos de los demás, venciendo la avaricia, controlando la ira o la impaciencia y tratando de descubrir el poder transformador de los pensamientos amables. En la segunda parte traza diferentes vías convergentes para que aprendamos a hablar con amabilidad: entregarnos plenamente a la verdad, vivir la caridad y descubrir las bondades de las conductas amables. En la tercera parte nos proporciona diferentes pautas para demostrar nuestro amor comportándonos amablemente. Nos proporciona diferentes criterios para que, examinando las motivaciones hondas de nuestras actitudes y de nuestros comportamientos, identifiquemos las raíces de nuestros malos modos, de nuestra dañina agresividad, de nuestra incontrolable antipatía. Y es que, como el autor afirma, incluso las acciones más nobles pueden estar incitadas por motivos fraudulentos, esas razones que, por no estar impulsadas por la bondad, sólo son “disfraces de la caridad”. Su denuncia de este riesgo es clara y contundente: “El orgullo y el afán de poder también se revisten con el manto de la caridad”. (p. 245)
Me ha resultado especialmente atractivo su dibujo de la amabilidad de Jesús. Nos dice textualmente: “En el transcurso de los años solo ha existido una persona capaz de encarnar todas las características de un perfecto caballero: Jesucristo. A lo largo de sus treinta y tres años de vida, no se le conoció un solo gesto antipático. La dulzura de su sonrisa, el brillo de su mirada, la comprensión que emanaba de su rostro cuando daba consuelo, confortaba o animaba a quien necesitaba aliento: todo en él traslucía una amabilidad y un afecto auténticos por los hombres. Incluso cuando amonestaba a los hipócritas, lo hacía movido por los oprimidos” (p. 30)
¿Cómo -le preguntamos- alcanzamos y perfeccionamos esa cualidad? Nos responde con detalle en las tres partes del libro: en la primera, nos propone la exigencia de adoptar una actitud amable profundizado en sus fundamentos, evitando los juicios negativos sobre los comportamientos de los demás, venciendo la avaricia, controlando la ira o la impaciencia y tratando de descubrir el poder transformador de los pensamientos amables. En la segunda parte traza diferentes vías convergentes para que aprendamos a hablar con amabilidad: entregarnos plenamente a la verdad, vivir la caridad y descubrir las bondades de las conductas amables. En la tercera parte nos proporciona diferentes pautas para demostrar nuestro amor comportándonos amablemente. Nos proporciona diferentes criterios para que, examinando las motivaciones hondas de nuestras actitudes y de nuestros comportamientos, identifiquemos las raíces de nuestros malos modos, de nuestra dañina agresividad, de nuestra incontrolable antipatía. Y es que, como el autor afirma, incluso las acciones más nobles pueden estar incitadas por motivos fraudulentos, esas razones que, por no estar impulsadas por la bondad, sólo son “disfraces de la caridad”. Su denuncia de este riesgo es clara y contundente: “El orgullo y el afán de poder también se revisten con el manto de la caridad”. (p. 245)
[ Lawrece G. Lovasik
"El poder oculto de
la amabilidad"
Madrid, Rialp].
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
ACTUALIDAD DE LA DIÓCESIS:
http://www.obispadocadizyceuta.es/category/actualidad-diocesis/
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