El laicado es para la evangelización de lo secular.
Estas palabras de Jean Guitton, uno de los filósofos cristianos más reconocidos del siglo XX, son de noviembre de 1964, fecha en la se desarrollaba el Concilio Vaticano II. ¿Qué podemos decir al respecto de las mismas? ¿Predicción? ¿Una mera intuición? ¿Acontecimiento? ¿Ilusión? ¿Por qué no pensar que parte de lo que afirma ha tenido lugar efectivamente durante los años del post-concilio? Pero por otra parte, ¿por qué no reconocer también que algo de lo que dice todavía es palabra que espera concreción?
Estas preguntas pueden servirnos de estímulo para abordar un tena complejo pero importante para el anuncio del Evangelio. Es el compromiso de los laicos en el mundo y el ministerio que le compete y que el Concilio en la iglesia a nivel eclesiológico provocó un cambio en su naturaleza y misión, que se manifiesta en la Lumen Gentium y Gaudium et Spes, un cambio de paradigma en la comprensión de la iglesia que pasa de iglesia jerarquizada a una iglesia como sacramento de salvación y de pueblo de Dios. Ya no se trata de que la iglesia detecte y combata los errores de la sociedad, sino que dialogue con ella, que acompañe los procesos del hombre contemporáneo, incluso se debe ayudar por la misma. Se trata de una relación recíproca y de ayuda mutua.
El ministerio de evangelizar la secularidad no parte del ministerio del orden, sino de:
Cuando la iglesia se propone impulsar la responsabilidad de los laicos cristianos en el campo de lo social, ha de respetar y armonizar autonomía y acompañamiento, sin lo cual esta participación resultaría imposible, ya por asfixia o por desamparo, este es el gran desafío de la iglesia de nuestros días. Ivés Congar hace década ya detectaba estas insuficiencias, eclesiológicas y antropológicas que hacía que se faltara el respeto al apostolado de los laicos, desestimando su identidad o misión, en buena parte debido a la falta de conciencia de los eclesiásticos sobre la autonomía de las realidades temporales.
El camino que aún queda por recorrer en la iglesia es grande, queda muchas cosas pendientes: deficiente comunión entre los pastores y el pueblo que reclama, instrumentos de profundización en los instrumentos de consulta de manera real, pues como dice el Papa Francisco “el clericalismo impide la emergencia de un laicado maduro y proactivo”
La laicidad viene dada en orden a las funciones recibidas por el Bautismo: “Sacerdote, profeta y rey", en base a ello el laico lo es en su ser profeta, una necesidad eclesial de dar a conocer el mensaje de Cristo a las personas, ya que el profeta es quien lee las circunstancias concretas de la realidad humana e ilumina dicha realidad con la gracia de Dios y la Palabra de Dios, esto lo podemos ver en:
También, el servicio del laico y de todo cristiano con respecto a su dignidad de realeza de Cristo es la de luchar, bajo la acción del Espíritu Santo contra las estructuras de pecado que se encuentran en la sociedad, siendo testimonio de vida en la verdad y la vida moral; en pro de la construcción del Reino de Dios, buscando justicia, amor, fraternidad y solidaridad.
José Manuel Carrascosa Freire
José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinador del Sector 2: «Paro, pobreza marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».
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