Amigo (hermano) Valerio
Hoy nos apetece decirte algunas cosas. Sentimos la necesidad de contarte cómo te
vemos, qué sentimos ante tu enfermedad...
Queremos comunicarte qué pensamos de ti, compañero.
Somos conscientes del trance por el que estás pasando,
pero creemos necesario robarte un ratito de tu tiempo para que puedas
“leernos”.
Nos sentimos orgullosos de poder contar contigo en la
nómina de militantes de la HOAC de Córdoba.
Casi todas las personas que formamos hoy esta HOAC
diocesana, la conocimos contigo dentro.
Eres un referente en debates y acciones concretas dentro de nuestro
apostolado. Somos conscientes de la gran
labor que has realizado, durante mucho tiempo, como “gran difusor” de nuestras
revistas y medios de comunicación.
Sentimos admiración cuando caemos en la cuenta de aquella
época en que, prácticamente toda la asamblea diocesana estaba formada por
militantes iniciados por ti.
Polemizador incansable, nunca renuncias a señalar los
términos que para ti son la clave de aquellos temas que tantas y tantas veces
hemos abordado, siempre con la misma idea: anunciar a Jesús y sus valores en el
mundo obrero. Tu vida, en definitiva, no
se entiende hoy sin la HOAC. Y tu forma
de vivir la HOAC es testimonio del Padre allá donde estés en cada momento.
Compañero Valerio: La HOAC, hoy, sería distinta si no
hubiéramos recibido tu aportación. Y queremos agradecértelo.
Nos sentimos identificados con tu manera de ser cura en
el mundo social y eclesial en el que nos ha tocado vivir.
Tus formas sacerdotales, tan desenfadadas, tan atípicas,
tan poco habituales, siempre intentan llegar al fondo del servicio eclesial que
tienes encomendado: rescatar la dignidad de los más empobrecidos; avisarles de
que la vida plena siempre está en el servicio, la Comunión, la lucha por la
Justicia y, sobre todo, en el Amor
Fraternal... Que el tesoro de la Felicidad no suele
encontrarse al lado de la caja de caudales, ni dentro de una lujosa mansión, sino,
más bien, en la Felicidad del otro... esa que tú sabes cuidar tan bien.
En tu labor pastoral, siempre percibimos un altar sin
escalones: a la altura del Pueblo. Un altar cercano, con un dialecto sencillo,
con unos gestos cotidianos, con un Jesús amigo de todos, experto en chatos y
dominós... pero sobre todo, abierto, servicial, sin neutralidad ante la
pobreza, profeta y... alegre. Muy alegre.
Padre Valerio: tu sacerdocio es una lección sobre cómo
ser jornalero de Dios en medio del mundo empobrecido. Somos testigos de eso y
lo proclamamos a los cuatro vientos.
Nos sentimos interpelados ante tu enfermedad. O mejor
dicho, ante la forma en que la estás dominando.
Porque, si hermano, seguramente que ese mal que afecta tu
cuerpo te arrancará de nuestro lado. Pero tu manera de mirarlo de frente, de
retarlo, de vivirlo como un acto de entrega y disponibilidad a lo que el Padre
te ha reservado, es una victoria en sí misma. Somos conscientes de la Fe
profunda en la que vives. Sólo desde ahí es posible vivir estos momentos como
lo estás haciendo tú.
Hermano Valerio: tu experiencia de Fe en la enfermedad es
un testimonio de vida cristiana, honda y fructífera. Es el principio de tu
resurrección.
Pero sobre todo, Valerio, queremos que sepas que te
queremos. Con todo nuestro corazón. Con todo nuestro entendimiento. Con toda
nuestra Fe. Este sentimiento es compartido por militantes, simpatizantes,
amigos, allegados,... y también por nuestros hijos e hijas, que siempre te
sienten tan cercano, tan amigo.
En definitiva, somos muy felices por poder decir esto: Te
queremos y sabemos que, estés donde estés, tú también nos quieres. Y esto es lo
más grande que podemos decirte en estos momentos.
Lo dicho: Te queremos y te querremos siempre.
YO SÓLO SOY UN REFLEJO DE VOSOTROS MISMOS.
Valerio está enfermo; y conforme avanza su mal, vamos
tomando cada vez más conciencia de su persona.
Al ritmo que va perdiendo su voz radiofónica y su
carcajada sonora, va apareciendo ante nosotros su ser más genuino sin las
máscaras de la "urbanidad" que todos llevamos puestas.
Al compás de su mirada, cada vez más penetrante, vamos
descubriendo el Valerio primero. El nuclear. La persona que da soporte al cura
comprometido, al amigo deslenguado, al discutidor incansable… vamos
"tocando" aquél que desde siempre nos ha acompañado en nuestro
caminar en cualquiera de sus facetas:
El Valerio más auténtico.
Y es que la enfermedad grave nos va despojando de los
abalorios que acumulamos en nuestro caminar por la vida (seguridades,
vanidades, afanes de éxitos, de prestigios,…). Tantos que, a veces nos ocultan
a nosotros mismos…
Aunque éste, desde luego, no es tu caso, Valerio.
Tú: el cura de lo cotidiano, el experto jugador de
dominó, el maestro de instituto de barrio obrero y casi marginal, el
consiliario de educadores de Junior y militantes hoacistas, el párroco
anti-protagonista y pro-comunitario… el compañero de comunistas, ateos y
descreídos… comprometidos con su tiempo… el difusor incansable del Noticias
Obreras… el iniciador de tantas y tantas militancias obreras y cristianas… te
nos presentas ahora débil pero fuerte, derrotado aunque victorioso. Quizá con
miedo… pero valiente a la vez… y rebelde. Siempre rebelde.
Rebelde ante lo que te toca vivir en este momento… y sin
embargo confiado.
Confiado en que así, Dios te está posibilitando dar
testimonio de Él. Algo poco razonable para la inteligencia humana… Pero el
misterio de lo transcendente siempre hace que encontremos luz en la oscuridad.
Y tú en estos meses nos iluminas a todos.
Este "paso por el desierto" que estás
atravesando sin moverte del sillón, hace que, a poco que nos fijemos, nos demos
cuenta de eso que tú mismo nos dijiste en tu habitación: "Yo sólo soy un
reflejo de vosotros mismos".
Tú eres hijo de tu historia, deudor de todos aquellos que
se han cruzado contigo, a la vez que forjador de sus propias identidades. Eres,
sin más, producto de una forma de pensar, sentir y actuar que has ido
ejercitando desde pequeño. Tu opción por el mundo obrero ha terminado
"haciéndote" a ti también.
Eres un reflejo de los valores que tus padres inculcaron
en aquél niño de pueblo.
Tus continuas referencias a tu familia, tu querencia por
la feria de Pozoblanco, así lo atestiguan.
No se te puede entender sin la figura de tu madre, tu
"compañera de piso" tan entrañable como inteligente.
En tu forma de entender la educación: promoción integral
de la persona, de su conciencia crítica… maestro que enseña a pensar antes que
a memorizar, están presentes los claustros por donde has pasado. Se perciben
esos compañeros que comparten contigo una fe inquebrantable: la que cree en la
persona por encima de todo.
Tu manera de acercarte a los niños y niñas bebe de la
pedagogía del Junior. Los años que has compartido con los educadores de este
movimiento te han dado esa extraña habilidad por la que siempre, los niños te
prefieren a ti… y tú a ellos.
La comunidad abierta, la de la comunión de los carismas,
y no la del paradigma clérigos/laicos, es la que has ayudado a germinar en tu
Parroquia de Ntra. Sra. de Linares. Allí has encontrado a personas abiertas,
sencillas, obreras y muy solidarias. Allí has desarrollado uno de tus mejores
carismas… el de la Pastoral Obrera… y allí no sólo has evangelizado. También
has sido "tocado" por el testimonio de tus feligreses.
La HOAC también te ha "formado" en una mística
muy particular… la que te ha llevado siempre a buscar que su Reino sea un hecho
en las fábricas, en los talleres, en las escuelas y en todos los lugares por
donde quiera que pases. La HOAC te ha hecho que veas, juzgues y actúes al modo de
Jesús, el carpintero de
Nazaret… y eso se nota en tu vida.
Esa es la comunidad que, como nos dijiste hace poco,
siendo crítica con la Iglesia, sabe que sin ella, nada de esto es posible.
Todos somos reflejo de la Comunidad.
Todos somos frutos de ella… y todos la construimos. Como
tú, Valerio.
Comunidad que se expresa en los miles de mensajes que
tiene tu móvil, en las visitas, en la corriente de cariño que se ha generado en
torno tuyo. Comunidad presente en los cuidados de Manolo, Juani y Carmen Rosa.
Comunión que alimenta, y se alimenta, de todas las oraciones de tus hermanos,
de tus hermanas, pidiendo al Padre por ti.
Comunidad pura que se deja ver en la actitud serena,
paciente, entregada de tu hermano José Luis, de María. Ellos son tu sombra y tu
bastón.
Si, Valerio. Tú eres Comunidad. Eres un reflejo de todos
nosotros… igual que nosotros también lo somos de ti.
Y es por todo esto que, hoy, damos gracias al Padre.
Gracias por saber compartir toda la vida de principio a
fin.
Hoy somos conscientes de que estamos en su presencia… y
por mucho que nos empeñemos nunca llegaremos siquiera a estar cerca de
escaparnos de su Amor.
El mismo que tú nos tienes a nosotros… y nosotros a ti.
Hermano Valerio... Gracias.
Hoy, quiero compartir con vosotr@ reflexiones sobre
Valerio. Generosidad de Miguel Cruz. Gracias.
VALERIO: EL SACERDOTE COTIDIANO.
Valerio es una persona especial. Muchas y muchos
militantes lo conocéis. No pasa desapercibido. De hecho ¿has visto a muchos
curas con bigote? Él es uno de los pocos que deben existir.
Hace unos años, en la X Asamblea General, durante la
celebración de la fiesta que la HOAC acostumbra a organizar durante las mismas,
la diócesis de Córdoba presentó a un grupo de consiliarios, algo heterogéneo,
que se preguntaban continuamente cómo evangelizar mejor al mundo obrero. Ese
teatrillo, titulado “Consiliarius Monty” (si estuviste allí supongo que lo
recordarás), y que acabó en un apoteósico método para acercar nuestro
apostolado al mundo obrero, giraba en torno a un personaje central:
Valerio. Todos los demás insistían en sumarse a su grupo
de acción, que no era más que su “pandilla del dominó” y se intuía en los
diálogos que el tal Valerio era algo granujilla… un poco travieso. Aquel
sainete, y su coreografía final, fue todo un éxito. Y ahora, pasado el tiempo,
ilustra en cierta medida algunos rasgos de la labor evangelizadora de este
consiliario de la HOAC.
Valerio es una persona de fuerte carácter, carcajada
sonora y conversación chispeante. Amigo de la juerguecilla, no le hace nunca un
feo a una buena copa de vino, y siempre está dispuesto a invitarte a otra más…
la penúltima. Es sacerdote, si.
Pero nunca ha sido un “cura estándar”. A simple vista es
como si ese título: el de cura, se lo hubieran dado en la última convocatoria
de septiembre, y con un cinco “raspado”. No creo que recuerde muchos
“latinajos” y no sé cómo le sentará la sotana porque nunca lo vi dentro de una
de esas prendas. Bueno (miento) en aquél teatrillo de la asamblea la llevaba
puesta… aunque al final se la quitó.
Su forma de actuar, de relacionarse con los demás, su
estilo a la hora de “ejercer” de cura, siempre ha sido algo fuera de lo común.
Cuando él está presente hay un sabor a cotidianeidad que termina revistiendo de
autenticidad todo lo que hace. Por eso, los mensajes que lanza durante sus
homilías carecen de adornos superfluos. Sólo se recrean en el agudo punzón del
Evangelio, cuando lo abres por la página donde te habla, a ti mismo, de tu
prójimo: ese que lo está pasando mal. Y todo esto, además, con la humildad de
unas zapatillas de paño de las muy usadas. Justo es así como me imagino a Jesús
de Nazaret entre aquellas gentes que se codeaban con él.
Hace poco, la HOAC de Córdoba le decía por escrito que,
en su labor pastoral, siempre se percibe un altar sin escalones. Y es así. Su
sacerdocio carece de barreras arquitectónicas. Sobre todo para los más
impedidos: Los empobrecidos de este sistema “cultural-neoliberal” que nos ha
tocado vivir.
Ahora, Valerio está en medio de una dura pelea. Se
enfrenta a una grave enfermedad que lo tiene postrado entre el sillón y la cama
(y va ganando la cama), que le ha arrebatado hasta el bigote. Sabemos que
pronto, seguramente el Padre lo llamará a su lado (Apuesto que jugará con él
alguna partidita de dominó). Nosotros, sus amigos, familiares, feligreses,
compañeros y compañeras de trabajo o de militancia… en fin, todos los que
tenemos la suerte de conocerlo, estamos pendientes de él tal como él ha estado
siempre (y sigue estándolo) de todos nosotros.
Por eso, me he permitido el lujo de pedir colaboración a
algunas personas que, por diversas circunstancias, han compartido muchos ratos
y retos con él. Cada cual me ha transmitido, más o menos, lo que sigue.
Cuando lo describen, todos coinciden en que Valerio es
coherente con sus planteamientos, procurando una distancia mínima entre lo que
piensa, dice y hace. Y esto le ha provocado más de un dolor de cabeza. Paco
Cáliz y Magdalena, dos compañeros de equipo hoacista durante muchísimo tiempo,
piensan que es un sacerdote de los que acompañan, no de los que dirigen. Teresa
y Toni, madre e hijo, feligreses de su parroquia y desde hace poco militantes
de la HOAC de Córdoba (gracias, en gran parte, al propio Valerio), tienen claro
que no se anda por las ramas, que encarna el realismo, el humanismo y la
sencillez. Y que está dispuesto a la evolución de las ideas y de la Iglesia en
pos de un mundo mejor.
Paco Paños conoció a Valerio trabajando ambos como
profesores de instituto. Valerio enseñando Religión, Paco Literatura. Uno
comunista, otro cura. Una suerte de Giuseppe y Don Camilo donde se forjaría una
profunda, larga y comprometida amistad. Paco destaca sobre todo la defensa de
su concepción de un cristianismo al servicio de los desposeídos.
Hay un sacerdote que, aunque lo conoció en el seminario,
fue después, en la HOAC, cuando realmente entró en contacto profundo con él.
Rafael Herenas destaca su capacidad para sacar fuerzas de la Fe, la oración y
la Eucaristía: verdadera fuente de su actitud de servicio y su compartir con
los demás.
Compañero de todos, Paco Paños subraya cómo han hablado,
bebido, jugado al “futbito” (hasta que el cuerpo y los años dijeron basta)… y
también cómo han participado en múltiples actividades e iniciativas siempre en
pro de un mundo mejor, de un sistema de enseñanza crítica y no adoctrinadora.
Todo esto durante más de treinta años en los que han mantenido la rutina
semanal de la partida de dominó en el grupo de amigos.
Las homilías de Valerio, con un vocabulario “entendible”
por cualquiera, evocadoras de un Jesús nada “repeinao”, en pantalón vaquero y
con el carné del paro en la chaqueta, utilizan un dialecto donde se reconocen
los feligreses de un barrio obrero.
Así, a base de misas entrañables, espontaneidad,
paciencia y, sobre todo procurando el protagonismo de los laicos, es como ha
hecho crecer una comunidad parroquial corresponsable, con maneras solidarias,
aroma a Pastoral Obrera y receptiva al sufrimiento de la precariedad laboral,
el paro, el mes demasiado largo para ese sueldo tan escaso,… En definitiva, una
comunidad interpelada por el mensaje revolucionario del Amor de Dios.
Valentía, honradez, sencillez, sinceridad… todas estas
palabras salpican las valoraciones que hace de Valerio cualquiera que lo
conozca. Pero sobre todas, hay una que destaca: Alegría. Y es que Valerio
encarna perfectamente esos versos de Joan
Manuel Serrat: “No me importa tomarme la vida en serio,
mientras conserve el sentido del humor”.
Su forma de presentar el hecho religioso como lo más
humano que uno se puede echar a la cara siempre está presente en su “quehacer”
hoacista. El compromiso cristiano, o es profundamente humano o no se puede
llamar así: cristiano. La formación hoacista que Valerio ha ido desgranando
reunión a reunión, ha forjado su visión del Mundo Obrero desde esa premisa. Así
lo atestiguamos sus compañeros de equipo. Y su empuje en la difusión del
Noticias Obreras, ¡Tú!, ediciones HOAC, cuadernillos de reflexión etc. Es un
síntoma más de esto que digo.
Paco Paños, que ha compartido gran parte de su vida
adulta con él, remarca cómo su amistad ha sido más libre y elegida que la que
llega de la mano de la infancia y la juventud. Dice saber con certeza que puede
contar con él para lo que sea, cosa ya demostrada. Y mantiene que la enseñanza
más profunda que recoge de su amigo es lo fácil que resulta entenderse, si
quitamos anteojeras a las ideas, y las ponemos al servicio de una sociedad
justa.
A todos nos interpela la manera en que está viviendo su
enfermedad. Su mirarla de frente, de retar su mal, de vivirlo como un acto de
entrega y disponibilidad a lo que el Padre le ha reservado, es una victoria en
sí misma. Transluce la Fe profunda en la que vive. Y sólo este hecho es un
testimonio de vida cristiana, honda y fructífera. De esta manera, sin duda,
Valerio vive ya el principio de su resurrección.
Después de hablar con algunos, pedir respuestas por
escrito a otros, pensar y pensar en el protagonista de este escrito, y revivir
las muchas experiencias que he gozado junto a Valerio, no me queda más que
suscribir lo que dicen Paco Cáliz, Rafael, Teresa, Paco Paños, Magdalena, Toni…
y muchas otras personas que podrían haber aportado el matiz de su propia
experiencia a estas letras.
De todos y todas brota una palabra cuando hablan de ti,
Valerio: Gracias. Y así quiero terminar este intento fallido de artículo de
opinión: Gracias Valerio. Y hasta mañana en el Altar.