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lunes, 10 de junio de 2019

LA HORA DE LOS MAYORES, por José Antonio Hernández Guerrero




En Japón y en Australia son escuchados
y respetados por los más jóvenes
hace milenios.




Tengo la impresión de que, en contra de la opinión generalizada, el futuro, más que de los jóvenes, puede ser de los mayores. Si, como revelan las estadísticas, el número de los nacimientos desciende, mientras que la cantidad media de vida de los ancianos aumenta -la esperanza media de vida es ahora de aproximadamente 79 años para los hombres y de 83 años para las mujeres-, es posible que, por ejemplo, en el resultado de las elecciones políticas influyan cada vez más los ciudadanos de edad avanzada. Éstos son, además, quienes disponen de más tiempo para, por ejemplo, leer los periódicos, hablar con los amigos y acompañar a los nietos. En ocasiones, sobre todo en épocas de crisis económicas, algunos ayudan, con sus exiguas pensiones, al resto de la familia. Otro dato complementario puede ser el aumento progresivo de mayores en los cursos que las universidades organizan para ellos, igual que ocurre con los conciertos de música clásica y con las visitas a exposiciones de arte.


El hecho comprobado es que, en la familia, en la sociedad, en las iglesias y en la política, está aumentando la presencia y el influjo de los ancianos. Ayer mismo me decía un amigo que ha comprobado cómo "en varias casas hay más abuelos que nietos". El hecho de que el papel de los ancianos en la sociedad, en la cultura, en la economía e incluso en la religión haya cambiado me inclina a pensar que los responsables de organismos públicos e, incluso, de empresas privadas deberían extraer sus conclusiones a la hora de valorar la importancia de la contribución de nuestros mayores a la sociedad y organizar sus estrategias de información y sus programas de actividades teniendo en cuenta que, en la práctica, los principales destinatarios de sus mensajes son los mayores.


Entiendo que es urgente dirigir una mirada más positiva sobre el papel de nuestros mayores en la sociedad y empezar a pensar en unas soluciones constructivas hacía un futuro mejor para ellos y para todos nosotros. Creo que se han de explorar los papeles activos que han de desarrollar con el fin de diseñar el camino hacia una sociedad más inclusiva en la que las personas mayores cumplan una función que va más allá ser cuidadores de sus nietos. Es posible que, poco a poco, estemos caminando hacia una sociedad donde las experiencias de nuestros mayores sean más valoradas, al igual que ocurre, por ejemplo, en Japón o en Australia, donde son escuchados y respetados por los más jóvenes desde hace milenios.


Les confieso que éstas son algunas de las conclusiones a las que hemos llegado los mayores que periódicamente nos reunimos para conversar, más que sobre el pasado o sobre el presente, sobre ese futuro que hemos de construir entre todos. Estamos convencidos de que, en este mundo tan complejo, no sobra ninguno de nosotros e, incluso, nos atrevemos a pensar que, quizás, las mujeres y los hombres que han sido alcaldes, concejales, diputados, rectores, decanos, profesores, médicos, entrenadores, futbolistas, abogados, directores de periódicos, periodistas, sindicalistas, carpinteros, comerciantes, albañiles, mecánicos o, simplemente, ciudadanos, pueden aportar algunos de los resultados de sus aciertos y, sobre todo, de sus errores. A lo mejor no nos vendría mal que, en los periódicos nos reservaran un rinconcito para hablar de nuestras cosas.

Publicado en: DIARIO DE CÁDIZ


José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.



LA VIDA DE FE NOS ABRE POSIBILIDADES PARA VIVIR EL INSTANTE Y PARA RESUCITAR UNA Y OTRA VEZ, por José Antonio Hernández Guerrero




La vida de fe nos abre posibilidades
para vivir el instante y para resucitar
una y otra vez.




Aunque no dudo de que el don de la fe proporciona una serie de beneficios sobrenaturales en esta y en la otra vida, a mi juicio, es oportuno que se expliquen y apliquen los bienes humanos con los que esta virtud esencial enriquece toda la vida individual y comunitaria. En mi opinión, el análisis de los múltiples efectos humanos que, en el curso de la existencia temporal genera la fe es importante -imprescindible- para la oración personal, para la acción pastoral e, incluso, para las diferentes tareas catequéticas y evangelizadoras de los creyentes. Esta elemental reflexión me ha servido de criterio para leer con atención y para valorar de una manera positiva esta obra que explica, clara y hondamente, la intensidad de la vida de fe y la plenitud de la tarea comunitaria de Luigi Giussani (1922-2005), sacerdote milanés, fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación.


Las reflexiones ofrecidas en los Ejercicios Espirituales que el autor dirigió a los miembros de esta Fraternidad entre los años 1985 y 1987 nos proporcionan su interpretación de la aventura humana como un trayecto que, a pesar de su fugacidad, gracias a la fe, puede ser regenerado de manera continua y que, no obstante su precariedad, puede crecer y renovarse, florecer y dar frutos porque la vida de fe nos abre múltiples posibilidades para vivir el instante y para resucitar una y otra vez. Tras el reconocimiento sincero de la experiencia de “la primera verdad”, nuestra nada –“ya que, incluso cronológicamente “yo no existía y ahora existo”, a partir del encuentro con Jesús, la fe nos rescata de ese sentido de la nada, nos redime del mal generando el deseo, a veces desesperado de cambio. Ese es –debe ser- el comienzo de un proceso de crecimiento tras superar el “vacío de la oscuridad” que desemboca en una súplica, en la oración y en el compromiso de emprender las tareas de cambiar el corazón, el modo de concebir, evaluar y sentir, crecer entregándonos al servicio y al perdón de los demás.


Tras esta meditaciones podemos concluir que la fe nos estimula para que vivamos humanamente sin conformarnos con alargar la vida añadiendo minutos a los minutos sino trabajando para construir el edificio de una existencia digna, de un yo más completo y de un nosotros más hermanados, llenando nuestro tiempo de valores y nuestro espacio de alicientes plenos y gratificantes. Y es que, efectivamente, el presente es la convergencia de las experiencias acumuladas y de las aspiraciones adecuadamente jerarquizadas. Para el hombre de fe no es cierto que el pasado ya no existe ni que el futuro aún no ha llegado. El pasado deja unas semillas que germinan y que fructifican en el presente, unas heridas que hemos de curar, unas cicatrices que configuran nuestro rostro y nuestro espíritu, unos bienes patrimoniales que hemos de administrar y, a veces, unas deudas que hemos de saldar.



José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.


[Luigi Giussani
La conveniencia humana de la fe
Edición a cargo de Julián Carrón
Madrid, Encuentro, 2019]



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