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domingo, 16 de noviembre de 2014

«LA COSA NO ESTÁ MONTADA PARA TENER EN CUENTA A LOS DE ABAJO» José Fernando Almazán, Presidente de HOAC

«La cosa no está montada para tener en cuenta a los de abajo»

José Fernando Almazán, presidente de HOAC, en la plaza Cardenal Belluga de Murcia tras reunirse con el obispo. ::
José Fernando Almazán, presidente de HOAC, en la plaza Cardenal Belluga de Murcia tras reunirse con el obispo. :: / Javier Carrión / AGM

  • JOSÉ FERNANDO ALMAZÁN, presidente de la Hermandad Obrera de Acción Católica

  • «A nosotros nos gustaría que la Iglesia estuviera en todos los 'saraos', pero los procesos llevan su tiempo»




  • «La cosa no está montada para tener en cuenta a los de abajo»

    16 NOVIEMBRE 2014 | POR 
    «La cosa no está montada para tener en cuenta a los de abajo»
    JOSÉ FERNANDO ALMAZÁN, presidente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
    «A nosotros nos gustaría que la Iglesia estuviera en todos los ‘saraos’, pero los procesos llevan su tiempo»
    MURCIA. José Fernando Almazán está convencido de que soplan vientos de cambio y de que éstos removerán también los cimientos de la Iglesia española. El presidente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) visitó la semana pasada la Región para conocer de primera mano algunas de las ‘semillas’ de ese cambio, proyectos que la hermandad impulsa desde hace años entre los colectivos más desfavorecidos.Este ingeniero de 48 años, que conoció el desempleo a raíz del ‘pinchazo’ de la burbuja inmobiliaria, lleva más de un año al frente de este colectivo, que camina hacia el futuro con un pie en la Iglesia y otro en la calle.
    –La economía parece que comienza a arrojar algunos signos de recuperación. ¿Se notan a pie de calle?
    –Estuve la pasada semana en la presentación del informe Foessa, una institución de Cáritas en la que la HOAC es parte del patronato. Allí lo que quedó claro es que hay una situación muy profunda de aumento de la desigualdad, muy profunda. Una cosa son las variables macroeconómicas y otras cómo está viviendo la gente, especialmente la gente de abajo. Allí todavía no llega la recuperación. Hay mucho trabajo por hacer.
    –¿Cree que el sistema atiende suficientemente a esa gente de abajo?
    –No, pero eso no lo digo yo. Lo dice todo el mundo que tenga un poco de sensibilidad y sobre todo que esté trabajando con esa gente. Ahora mismo la cosa no está montada para tener especialmente en cuenta a los de abajo, sino para otras cosas. Es importante el pago de la deuda, que el IPC suba, que aumente el crecimiento… Una de las cosas de las que habla el informe es que se demuestra históricamente que el crecimiento económico no supone matemáticamente un aumento del bienestar de la gente.
    –Uno de sus campos de batalla de este año ha sido el trabajo de calidad. ¿Teme que la salida de la crisis pase por un aumento de la precariedad laboral?
    –Eso ya se está produciendo. Hay otra vez un repunte de las contrataciones temporales y un aumento muy grande de empleos a tiempo parcial. Además, un 60% de las personas que acceden a un trabajo parcial lo hacen porque no tienen otra cosa. No son trabajos parciales voluntarios, sino forzosos. Una buena parte de los mismos, aunque de eso no hay estadística, son irreales porque obligan a trabajar un número de horas diarias que están fuera de contrato y que, en muchos de los casos, no se pagan. Son contratos a tiempo parcial formales, pero en la práctica lo son a tiempo completo.
    –Un grupo de religiosos creó en Murcia la plataforma ‘En nombre de Dios, basta ya de desahuciar familias’. ¿Cree que la Iglesia debe estar en estos frentes?
    –La Iglesia está. Hay muchos cristianos que están en eso porque es un derecho básico el de la vivienda. Es muy importante que los niños tengan un hogar, que las familias tengan un sitio donde vivir… Son cuestiones que parecía que ya estaban pasadas, como que la gente tuviera que comer, el derecho a la educación, a un sanidad gratuita… Volvemos a encontrarnos con situaciones que parecían pasadas y eso no tiene por qué darse. Ahí claro que la Iglesia y los cristianos tenemos un papel. Estar implicados en esa realidad es una prueba más de la traducción de la fe a la práctica. Esa sensibilidad con lo que les ocurre a los últimos, a los que están más abajo, es una cosa que siempre hay que potenciar y tratar de concienciar a los cristianos. Al fin y al cabo nuestra fe implica compartir la vida con los últimos y que su dignidad esté reconocida.
    –Cuando se creó esta plataforma, sin embargo, se trató de recabar el apoyo expreso del obispo, pero éste no se produjo. ¿Echan en falta más apoyo por parte de la cúpula de la Iglesia?
    –La Iglesia tiene, tenemos, que ir haciendo un proceso de ver dónde tenemos que estar, de conversión. Yo no creo que el obispo se oponga. ¿Quizás falte un poco más? A todos nos gustaría que todos diésemos un poco más. A nosotros nos gustaría que la Iglesia estuviera en todos los ‘saraos’, pero a veces las cosas no son sencillas. Yo estoy seguro de que también está ayudando mucho el Papa a poner en el centro lo que es realmente importante.
    –Ha supuesto un gran cambio…
    –Un revulsivo muy importante para la gente de la Iglesia y para la gente que no lo es. Está demostrando una capacidad de conexión desde el lenguaje, los gestos hasta el orden de prioridades en los temas de los que hablar. Está siendo un revulsivo y también para mucha gente un reencuentro con una Iglesia que escucha, que comprende, que comparte la situación, que se compadece… Es muy llamativo el efecto que está teniendo la actitud del Papa sobre gente que no cree. Hay que reconocer que es una gracia de Dios.
    –¿Ese espíritu de cambio está impregnando a la Iglesia española?
    –Los procesos llevan tiempo. Además, es necesario muchas veces que lleven tiempo para que sean verdaderos. Sí que se ven cambios. Yo creo que sí. La sensibilidad ante determinados temas está aumentando. Hay que dar tiempo al tiempo. A veces nos gustaría a todos que todo fuera más rápido, pero yo estoy confiado en que ese proceso de cambio irá calando. Estamos viendo signos de eso.
    Familias divorciadas
    –El último sínodo que se celebró arrojó una visión de la familia más aperturista. ¿Ha llegado el momento de abrir el debate sobre las familias divorciadas, los homosexuales…?
    –Ese debate realmente ya está abierto. Hay muchísimos homosexuales que son cristianos. Una cosa no está reñida con la otra. No podemos juzgar con ojos de hace décadas las situaciones de familias que tenemos ahora. La Iglesia se está planteando cómo ser madre ante esa situación, cómo dar respuesta de compasión, de cercanía, a esas situaciones que hoy por hoy se dan. Hay muchas familias también cristianas que el matrimonio decide que no es el momento de seguir. Hay divorcios, separaciones y la Iglesia lo que está intentando ver es cómo va a seguir siendo madre también en esas situaciones. Ser comprensiva conservando, cómo no, la apuesta por el matrimonio para toda la vida, como la mejor opción, pero reconociendo que hay otras situaciones en que es muy difícil que eso se logre y que no puede generarse una ruptura de la gente que sufre esas situaciones con la Iglesia.
    –El último informe del CIS revela un sorprendente ascenso de Podemos. ¿A qué cree que se debe?
    –El ascenso de Podemos ha canalizado una situación de desilusión, por un lado, y de falta de respuesta de los partidos tradicionales a problemas básicos de la gente. Hay mucha dificultad, mucho desánimo, mucho dolor, mucho joven sin trabajo, mucha gente mayor que lo pierde y no encuentra salidas… La irrupción de nuevas formaciones responde por un lado al estado de cabreo y por otro lado, a la necesidad de construir algo diferente que dé respuesta, en primer lugar, a esas situaciones de dificultad. Es más importante leer qué es lo que hay detrás de ese ascenso. La movilización que está generando este partido responde a una respuesta que la gente necesita de formas de hacer nuevas.
    – ¿Cree que se avecina realmente un cambio? ¿Peligra el bipartidismo?
    – Parece que sí. Yo no soy analista político. Debería importarnos menos si es bipartidista el sistema que tenemos como qué hay detrás para que la gente apoye opciones que no son las de toda la vida. Hay una falta de respuesta de los partidos tradicionales, que es lo que genera otras necesidades. Está saliendo por ahí. Es importante la movilización ciudadana, que la gente empiece a moverse. Llevamos muchos años de dejación, de falta de participación en lo asociativo, en las organizaciones de todo tipo. Ahora mismo hay un bullir, y no hablo de Podemos, que hace tiempo que no se veía. ¿Ha hecho falta una crisis enorme y muchas situaciones de necesidad para ello? Bueno, parece que sí, pero hay mucha gente movilizada en muchos sectores, especialmente gente joven. Eso es un signo nuevo que hacía tiempo que no se veía.
    – En ese estado de cabreo han jugado un papel importante los casos de corrupción que nos desayunamos día sí y día también…
    – Claro que sí. La corrupción supone una traición a la confianza depositada. Aparte de lo evidente, que es un enriquecimiento personal con bienes que deberían ser de todos, la corrupción es una traición moral. La gente se siente defraudada. A la vez, la gente que está metida en política para tener en cuenta el bien común está siendo tratada como si fuera parte de un conjunto que se lo lleva a manos llenas. Yo creo que es necesario poner las cosas en su sitio y no meter a todos en el mismo saco porque nos haríamos un flaco favor. Dentro de los partidos y las organizaciones sindicales de toda la vida hay mucha gente que se deja las pestañas en muchas horas de trabajo y esfuerzo para que las cosas cambien. No hay que considerar que lo bueno está solamente en lo nuevo. Es un reto que tenemos para el futuro. Parece que nos hace falta hacer tabla rasa, pero hay que ver que hay gente que está rompiéndose la cara durante muchos años.
    Juzgar a los inmigrantes
    –Vemos a diario imágenes de inmigrantes saltando las vallas de Ceuta y Melilla mientras son golpeados y devueltos ‘en caliente’, de inmigrantes que son trasladados en un camión de la basura tras llegar a Canarias en una patera… ¿Hemos perdido la sensibilidad?
    –Yo creo que sin duda sí. Tenemos algunos muy perdida la sensibilidad. Tendemos a cargar parte de la culpa de lo que nos pasa a los que peor lo están pasando, en este caso a los inmigrantes. En ocasiones se vende que vienen a quitarnos el trabajo cuando en realidad no es así. Los inmigrantes que han estado en España en los años llamados de bonanza han ocupado puestos de trabajo que los españoles no ocupábamos. Han echado adelante nuestro país, han atendido a nuestros abuelos y criado a nuestros niños. Son gente que ha venido a buscarse la vida, a trabajar honradamente. Verlos como usurpadores es hacer un juicio moral muy severo y sencillo. La cosa es más complicada. Vienen porque no tienen otro sitio donde ir. Vienen huyendo del hambre. Es conveniente no confundir quién es el enemigo. Las vallas lo que hacen es alejar el problema. Hay que comprender que los que están subidos a las vallas son personas completas con una historia detrás, con una familia que les ha enviado porque no tiene otra solución. Decía un amigo mío que pedimos trabajadores y nos vinieron personas. Eso es algo que hay que tener muy en cuenta.
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