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UNA MIRADA CRISTIANA DEL TRABAJO HUMANO Y EL BIEN COMÚN
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viernes, 12 de febrero de 2010

«LOS BANCOS YA TIENEN BENEFICIOS, PERO LOS TRABAJADORES SIGUEN ANGUSTIADOS»


Fuente: "VIDA NUEVA"

«ENTREVISTA A ANTONIO ALGORA
RESPONSABLE DE PASTORAL OBRERA EN LA C.E.E.»
,
realizada por José Lorenzo

De sus 25 años como obispo (primero de Teruel-Albarracín y, desde 2003, de Ciudad Real), Antonio Algora Hernando lleva 20 al frente de la Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española (CEE), un lugar desde el que se sigue con especial preocupación la deriva de una crisis que lo es económica, sí, pero que, para él, tiene claras raíces morales. Por eso, escéptico ante un sistema que cree injusto, apuesta por hacer vida el proyecto de humanización del Evangelio y poner a Cristo en el centro de nuestras ocupaciones. Niega que la Iglesia calle ante la crisis, se indigna por las jubilaciones millonarias de los ejecutivos y aboga por una nueva economía que instaure el “trabajo decente”.


- Según el INEM, en España hay 4.048.943 parados. ¿Nos acostumbramos al dato y olvidamos a las personas que hay detrás?

4.048.943 registrados… La EPA del cuarto trimestre de 2009 fijaba en 4.326.500 los parados y la tasa de desempleo en el 18,83%. Creo que nos hemos acostumbrado a la existencia de una cifra persistente de desempleados. Unas veces es una cifra mayor, otras menos, pero convivimos con un porcentaje elevado de paro desde hace muchos años y eso acaba por convertirse –y así nos lo han vendido muchas veces– como un elemento necesario en el sistema económico. Y, al final, nos acostumbramos: tiene que haber paro, algo de paro, siempre… mientras no me toque a mí… Pero la cuestión es que ahora, cada vez más, toca a los que no tocaba. Nos toca más cerca, a personas de mi propio entorno, de mi familia, o a mí mismo… El desempleo no se queda relegado a bolsas típicas de marginalidad o pobreza, sino que empieza a saltar las fronteras sociales y se asienta en colectivos que hasta ahora parecían más inmunizados. La precariedad se ha hecho norma del sistema laboral.


- La economía española venía de un ciclo de gran crecimiento. Sin embargo, los índices de pobreza no sólo no han bajado en esos años, sino que han aumentado. ¿Cómo se puede explicar?

Cuando no se construye sobre roca… Ya lo dice el Evangelio. Esta crisis ha puesto de manifiesto –entre otras cosas– cómo el capitalismo occidental, que hasta no hace mucho se basaba en la producción de bienes y servicios, ha terminado por convertirse en una economía ficticia, especulativa. Se generaban beneficios sobre el propio dinero, sobre expectativas de futuro, sin que existiese un respaldo real. Todo lo de las hipotecas subprime, por ejemplo, que ya conocemos. La economía española no era una excepción. Y se crearon unas expectativas que luego han resultado ser irreales. Y quienes sólo tenían su trabajo –en tantos casos, precario–, su piso, su hipoteca… se han encontrado que lo que tenían iba perdiendo valor. Nadie pagaba ahora aquello que creían que iba a valer con el paso del tiempo. La pobreza se ha ido generando en la medida en que se nos empujaba a consumir lo que ni necesitábamos ni podíamos pagar, pero podíamos obtener a crédito. Y cuando el crédito desaparece…


- El Gobierno pide ahora una reforma laboral. ¿Qué le parece? ¿Son los trabajadores los responsables de esta crisis económica y financiera?

No son los salarios los que han provocado esta crisis. No es una crisis de liquidez. Es una crisis del sistema y una crisis moral, de valores. Hemos pervertido los valores, y de eso también han participado los trabajadores, hemos participado todos con nuestras actitudes vitales, pero no han sido los trabajadores los responsables en el sentido en que creo que formula la pregunta. Esta crisis ha producido un cambio muy sutil: los trabajadores han pasado de ser víctimas a ser culpables. La crisis, nos dicen, se ha producido porque los bancos han concedido hipotecas a pobres desgraciados que ahora no pueden pagarlas. En España, dicen, el déficit del Estado se debe a lo gastado en desempleo, pensiones, educación, sanidad, etc. Por un lado o por otro, los trabajadores siempre aparecen como culpables.


- La prensa internacional lleva tiempo advirtiendo sobre el delicado estado de la economía y las finanzas de España. ¿Que cabría exigirle al Gobierno para afrontar esta situación?

Los bancos ya tienen beneficios y las grandes empresas han recuperado sus cotizaciones en Bolsa, pero los trabajadores, especialmente los más pobres, siguen atenazados por la angustia. La acción del Gobierno ha sido decisiva poniendo en manos de la banca 160.000 millones para que saneara sus cuentas y facilitara créditos a empresas y familias. La banca ha utilizado ese dinero para comprar deuda pública y otros productos financieros. Algunos cálculos afirman que, por este procedimiento, la banca ha ganado 6.000 millones de euros. En cambio, muchas pequeñas empresas y familias se han hundido por falta de crédito. El desempleo es la cara más dramática de esta situación, porque manifiesta la imposibilidad de hacer frente a la vida. Familias, individuos y jóvenes viven la angustia del desempleo. La tasa de paro de los jóvenes entre 16 y 19 años ha pasado del 24,3% al 56,8% en los hombres, y del 36,7% al 55,6% en las mujeres. Jóvenes sin futuro, que siguen el camino de sus padres como si de una enfermedad genética se tratara, cuando sólo son víctimas del pecado personal y estructural.


- Es sabido que la Iglesia no tiene soluciones técnicas, pero ¿qué puede hacer ella en una encrucijada histórica como ésta?

La Iglesia, que queremos ser pobre y de los pobres, estamos obligados a denunciar esta negación de la vida humana y exigir la restitución de sus condiciones de vida en virtud del destino universal de todos los bienes querido por Dios, incluidos los generados con la especulación financiera. Cuando los pobres sufren, los profetas son una necesidad. Y todos los bautizados somos llamados a ejercer ese ministerio profético. Por otra parte, la Iglesia debe seguir haciendo lo que está haciendo: estar al lado de las víctimas, desde la encarnación y la solidaridad.


Más información en el nº 2.695 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea la entrevista completa aquí.