
«Una nueva etapa».
Sea cual sea nuestra edad no tenemos más remedio que tratar de reanimarnos y de ilusionarnos inventando un horizonte esperanzador. Con una mirada realista y lo más positiva posible, deberíamos iniciar esta nueva etapa abriendo cauces de diálogo y de colaboración con quienes tengan ganas, ilusiones e ideas para seguir viviendo y creciendo. Ésta es una nueva oportunidad para hacer realidad nuestros irrenunciables deseos de aprender del pasado, de disfrutar del presente y construir un futuro mejor.
Para acercarnos al bienestar individual, familiar y social es más importante el cultivo de los sentimientos positivos que la acumulación de pensamientos derrotistas. Los problemas humanos se plantean y se resuelven mejor con la compañía, la comprensión, la solidaridad y con la amistad de las personas próximas porque, como todos sabemos, lo que de verdad proporciona sentido humano a la vida es el amor, el trabajo y el servicio a los demás.
Aunque no podamos alargar nuestras vidas, sí podremos dilatar y ahondar cada uno de nuestros minutos administrando las experiencias que hemos acumulado a lo largo de nuestras vidas: las alegrías y las penas, los sufrimientos y los placeres, el trabajo y el ocio, y, sobre todo, los amores y los desamores. Con realismo, con esperanza y con ilusión, deberíamos hacer planes para que el Nuevo Año nos proporcione oportunidades para seguir trabajando, descansando, amando, y disfrutando.
Podemos renunciar a vivir y abandonarnos a la apatía, pero, si nos empeñamos, cada momento de este Nuevo Año puede ser el más largo, el más importante y el más agradable de nuestras vidas. Estoy seguro de que encontraremos ocasiones para recuperar y disfrutar de nuestro pasado, y para inventar un futuro ilusionante siguiendo nuevos derroteros. ¿Cómo? Examinando nuestros aciertos y nuestros errores, considerando que son los legados más importantes para elaborar unos proyectos realmente personales. Las experiencias que nos proporciona el amor, en las distintas épocas de nuestras vidas y en los ámbitos de la familia y de la amistad, son hechos que, como nos dice Iris Murdoch en La soberanía del bien, nos descubren que “alguien o algo diferente a nosotros existe” -que es real y que es valioso- y que, a mi juicio, debería ser la clave suprema para interpretar el sentido humano de nuestras vidas. El amor, presente en nuestras actividades, proyectos y recuerdos, debería ser el motor de nuestros gestos por muy superficiales que, a primera vista, nos parezcan. Amar es la mejor y la más inteligente inversión para la persona humana, como sostiene Gabriel María Otalora en su libro Radiografía del amor.
Para acercarnos al bienestar individual, familiar y social es más importante el cultivo de los sentimientos positivos que la acumulación de pensamientos derrotistas. Los problemas humanos se plantean y se resuelven mejor con la compañía, la comprensión, la solidaridad y con la amistad de las personas próximas porque, como todos sabemos, lo que de verdad proporciona sentido humano a la vida es el amor, el trabajo y el servicio a los demás.
Aunque no podamos alargar nuestras vidas, sí podremos dilatar y ahondar cada uno de nuestros minutos administrando las experiencias que hemos acumulado a lo largo de nuestras vidas: las alegrías y las penas, los sufrimientos y los placeres, el trabajo y el ocio, y, sobre todo, los amores y los desamores. Con realismo, con esperanza y con ilusión, deberíamos hacer planes para que el Nuevo Año nos proporcione oportunidades para seguir trabajando, descansando, amando, y disfrutando.
Podemos renunciar a vivir y abandonarnos a la apatía, pero, si nos empeñamos, cada momento de este Nuevo Año puede ser el más largo, el más importante y el más agradable de nuestras vidas. Estoy seguro de que encontraremos ocasiones para recuperar y disfrutar de nuestro pasado, y para inventar un futuro ilusionante siguiendo nuevos derroteros. ¿Cómo? Examinando nuestros aciertos y nuestros errores, considerando que son los legados más importantes para elaborar unos proyectos realmente personales. Las experiencias que nos proporciona el amor, en las distintas épocas de nuestras vidas y en los ámbitos de la familia y de la amistad, son hechos que, como nos dice Iris Murdoch en La soberanía del bien, nos descubren que “alguien o algo diferente a nosotros existe” -que es real y que es valioso- y que, a mi juicio, debería ser la clave suprema para interpretar el sentido humano de nuestras vidas. El amor, presente en nuestras actividades, proyectos y recuerdos, debería ser el motor de nuestros gestos por muy superficiales que, a primera vista, nos parezcan. Amar es la mejor y la más inteligente inversión para la persona humana, como sostiene Gabriel María Otalora en su libro Radiografía del amor.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Nos suele enviar también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
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