«Volver a situar la dignidad del trabajo y del trabajador en el foco de la justicia».
La justicia es también una categoría religiosa. De la administración de la justicia depende la vida del pobre. San Pablo establece una relación muy fuerte entre la justicia y los textos sagrados:
“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para todas las buena”[2 Timoteo 3,16]
Jesús, el enviado para cumplir toda justicia (Mt 3,15), viene a ofrecer a cada persona una relación nueva con la justicia de Dios, así se le ve en los Evangelios mostrarse atento con los que sufren, condenando la suficiencia de los ricos, ... ¡Hay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! [Lc 6,24]
Denuncia la actitud religiosa que pretende rendir culto a Dios mientras que las obligaciones de justicia no son respetadas:
“¡Hay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia, la fe ¡hay que hacer esto sin descuidar aquello” [Mt 23,23]
La justicia es de las cosas que peor funciona para los pobres, y eso es normal porque en cualquier parte del mundo está desarrollada, promulgada, regida por los hombres y siempre persigue defender a los sujetos por su posición social, que es la que influye en los gobiernos y jueces, por ello, los pobres jamás recibirán justicia humana, de ahí que los profetas prefieran la justicia que viene de Dios a los sacrificios rituales. La misión del profeta es iluminar la realidad de todos los profetas concretos que castigan a los pobres, y los trabajadores, los pobres tienen la capacidad de desenmascarar las mentiras del sistema, que, entre otras cosas, los ricos son los que crean fundamentos jurídicos que favorecen la expansión de su capital. Traicionar a los pobres es traicionar a Dios a partir de este principio se puede organizar el mensaje profético en torno a dos ejes; primero, la denuncia, segundo la denuncia y el anuncio. El profeta es quien denuncia a quienes acumulan tesoros robados, los ricos pueden robar porque las autoridades se lo permiten. Y éstas lo permiten porque están dominadas por el afán de lucro. Por eso denuncian a las autoridades que tuercen el derecho para garantizar su prosperidad a base de injusticias”4[Elio Estanislau Gasda Noticias Obreras 211].
El trabajo es una realidad que ha sido tratada por las ciencias sociales y la filosofía. Esta actividad social y económica tan significativa, asimismo, ha sido estudiada por la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) con los Papas, por ejemplo, Juan Pablo II en su encíclica Laborem Exercens (LE) que considera al trabajo como clave de la cuestión social (LE 3). En esta DSI, desde la antropología bíblica y la teología de la Creación se muestra al ser humano que, con su actividad del trabajo, crea y transforma la realidad. La persona que trabaja se manifiesta como colaboradora en la creación, como con el Creador en su trabajo y actividad transformadora, con el Dios Creador.
“El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos por el mandato recibido de su Creador… En la realización de este mandato, el hombre, todo ser humano, refleja la acción misma del Creador del universo”
"Se puede ver así la trascendencia e importancia que adquiere el trabajo en la fe bíblica y católica. Ya que “en la palabra de la divina Revelación está inscrita muy profundamente esta verdad fundamental, que el hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo participa en la obra del Creador, y según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado” (LE 25). En esta trascendencia y dignidad del trabajo, para los Papas como Juan Pablo II y la DSI la clave es el trabajo subjetivo, el trabajo vivo que realiza el ser humano. La persona expresa y realiza su vida con el trabajo. Por tanto, el sujeto y la persona del trabajo, está antes que el trabajo objetivo y que el capital (LE 6). El trabajador tiene la prioridad sobre el producto del trabajo y la mercancía que no puede convertirse en un fetiche e ídolo, al falso dios, al que sacrificar la vida de la persona y la dignidad del trabajo tal como sucede también como transmite el Papa Francisco que crítica y denuncia el fetichismo del dinero, la dictadura de la economía con el mercado-capital como idolatrías que niegan al ser humano y a Dios (EG 55). Como sigue enseñando Juan Pablo II, “ante la realidad actual, en cuya estructura se encuentran profundamente insertos tantos conflictos, causados por el hombre, y en la que los medios técnicos —fruto del trabajo humano— juegan un papel primordial (piénsese aquí en la perspectiva de un cataclismo mundial en la eventualidad de una guerra nuclear con posibilidades destructoras casi inimaginables) se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del “trabajo” frente al “capital”. [Juan Pablo II. “Laborem exercens” 12]
Es el humanismo integral y personalismo de la DSI con Juan Pablo II (LE 15) que afirma el valor y principio fundamental del trabajo, la vida y dignidad de persona trabajadora, que está antes que el capital (LE 12); en contra de la esencia perversa del capitalismo que antepone el capital al trabajo, que niega la vida y dignidad del trabajador, del ser humano. Como de forma magistral lo analiza y enseña Juan Pablo II.
“En todos los casos de este género, en cada situación social de este tipo se da una confusión, e incluso una inversión del orden establecido desde el comienzo con las palabras del libro del Génesis: el hombre es considerado como un instrumento de producción, mientras él, él solo, independientemente del trabajo que realiza— debería ser tratado como sujeto eficiente y su verdadero artífice y creador. Precisamente tal inversión de orden, prescindiendo del programa y de la denominación según la cual se realiza, merecería el nombre de “capitalismo” en el sentido indicado más adelante con mayor amplitud” L.E. 7
Se observa pues, las claves teológicas, antropológicas y éticas que, inspiradas en la fe como es la DSI, orientan esta trascendencia y dignidad del trabajo. Lo que permite un diálogo crítico y ético con otras filosofías o teorías (ciencias) sociales que han tratado dicha cuestión de forma similar. Con sus carencias o límites y errores, como las valora la DSI, junto a análisis interesantes y ciertos. En este sentido, Benedicto XVI afirma que:
"Hacía falta el salto revolucionario. Karl Marx recogió esta llamada del momento y, con vigor de lenguaje y pensamiento, trató de encauzar este nuevo y, como él pensaba, definitivo gran paso de la historia hacia la salvación…Con precisión puntual, aunque de modo unilateral y parcial, Marx ha descrito la situación de su tiempo y ha ilustrado con gran capacidad analítica los caminos hacia la revolución… Su promesa, gracias a la agudeza de sus análisis y a la clara indicación de los instrumentos para el cambio radical, fascinó y fascina todavía hoy de nuevo…Como se observa hay puntos similares…Pero con su victoria se puso de manifiesto también el error fundamental de Marx. Él indicó con exactitud cómo lograr el cambio total de la situación. Pero no nos dijo cómo se debería proceder después…”
"Y es que justo, es decir, conforme a la esencia misma del problema; es decir, intrínsecamente verdadero y a su vez moralmente legítimo, puede ser aquel sistema de trabajo que en su raíz supera la antinomia entre trabajo y el capital, tratando de estructurarse según el principio expuesto más arriba de la sustancial y efectiva prioridad del trabajo, de la subjetividad del trabajo humano y de su participación eficiente en todo el proceso de producción, y esto independientemente de la naturaleza de las prestaciones realizadas por el trabajador» (LE 13). De ahí que, como nos sigue enseñado Juan Pablo II, lo moral sea luchar contra el sistema capitalista (CA 35), ya que es el que domina actualmente y que el Papa no acepta como vencedor ni como alternativa (CA 35). El capitalismo es inhumano: impone las cosas sobre las personas y margina a los pobres, como sigue subrayando Juan Pablo II (CA 34). De esta forma, frente al capitalismo, la DSI transmite que el destino universal de los bienes está por encima de la propiedad privada, que es para todos y tiene un carácter social. Tal como nos muestra el Vaticano II (GS 69) y Juan Pablo II (LE 14). De ahí que una clave esencial de la cuestión social y del trabajo es un salario digno, justo para las personas con sus familias (LE 19). El trabajo, la realización y dignidad del trabajador tiene la prioridad sobre el capital, el beneficio y los medios de producción (LE 13). Estos medios de producción con la empresa deben ser socializados, todos los trabajadores deber ser protagonistas, gestores y dueños de la empresa con los medios de producción en una economía social y cooperativa”6[Dr. Agustín Ortega Cabrera, 2017]
El capitalismo trae un problema teológico de fondo: su fuerte tendencia a la idolatría. Una de las causas de la precariedad cotidiana, con sus nefastas consecuencias, está en la relación que tenemos con el dinero, en aceptar su dominio sobre nosotros y sobre nuestras sociedades. La antigua adoración del becerro de oro (Ex 32,1-35) encuentra una nueva versión en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La absolutización del capital no deja de ser una auto divinización que sacrifica vidas humanas.
Jesús, el enviado para cumplir toda justicia (Mt 3,15), viene a ofrecer a cada persona una relación nueva con la justicia de Dios, así se le ve en los Evangelios mostrarse atento con los que sufren, condenando la suficiencia de los ricos, ... ¡Hay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! [Lc 6,24]
Denuncia la actitud religiosa que pretende rendir culto a Dios mientras que las obligaciones de justicia no son respetadas:
La justicia es de las cosas que peor funciona para los pobres, y eso es normal porque en cualquier parte del mundo está desarrollada, promulgada, regida por los hombres y siempre persigue defender a los sujetos por su posición social, que es la que influye en los gobiernos y jueces, por ello, los pobres jamás recibirán justicia humana, de ahí que los profetas prefieran la justicia que viene de Dios a los sacrificios rituales. La misión del profeta es iluminar la realidad de todos los profetas concretos que castigan a los pobres, y los trabajadores, los pobres tienen la capacidad de desenmascarar las mentiras del sistema, que, entre otras cosas, los ricos son los que crean fundamentos jurídicos que favorecen la expansión de su capital. Traicionar a los pobres es traicionar a Dios a partir de este principio se puede organizar el mensaje profético en torno a dos ejes; primero, la denuncia, segundo la denuncia y el anuncio. El profeta es quien denuncia a quienes acumulan tesoros robados, los ricos pueden robar porque las autoridades se lo permiten. Y éstas lo permiten porque están dominadas por el afán de lucro. Por eso denuncian a las autoridades que tuercen el derecho para garantizar su prosperidad a base de injusticias”4[Elio Estanislau Gasda Noticias Obreras 211].
El trabajo es una realidad que ha sido tratada por las ciencias sociales y la filosofía. Esta actividad social y económica tan significativa, asimismo, ha sido estudiada por la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) con los Papas, por ejemplo, Juan Pablo II en su encíclica Laborem Exercens (LE) que considera al trabajo como clave de la cuestión social (LE 3). En esta DSI, desde la antropología bíblica y la teología de la Creación se muestra al ser humano que, con su actividad del trabajo, crea y transforma la realidad. La persona que trabaja se manifiesta como colaboradora en la creación, como con el Creador en su trabajo y actividad transformadora, con el Dios Creador.
"Se puede ver así la trascendencia e importancia que adquiere el trabajo en la fe bíblica y católica. Ya que “en la palabra de la divina Revelación está inscrita muy profundamente esta verdad fundamental, que el hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo participa en la obra del Creador, y según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado” (LE 25). En esta trascendencia y dignidad del trabajo, para los Papas como Juan Pablo II y la DSI la clave es el trabajo subjetivo, el trabajo vivo que realiza el ser humano. La persona expresa y realiza su vida con el trabajo. Por tanto, el sujeto y la persona del trabajo, está antes que el trabajo objetivo y que el capital (LE 6). El trabajador tiene la prioridad sobre el producto del trabajo y la mercancía que no puede convertirse en un fetiche e ídolo, al falso dios, al que sacrificar la vida de la persona y la dignidad del trabajo tal como sucede también como transmite el Papa Francisco que crítica y denuncia el fetichismo del dinero, la dictadura de la economía con el mercado-capital como idolatrías que niegan al ser humano y a Dios (EG 55). Como sigue enseñando Juan Pablo II, “ante la realidad actual, en cuya estructura se encuentran profundamente insertos tantos conflictos, causados por el hombre, y en la que los medios técnicos —fruto del trabajo humano— juegan un papel primordial (piénsese aquí en la perspectiva de un cataclismo mundial en la eventualidad de una guerra nuclear con posibilidades destructoras casi inimaginables) se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del “trabajo” frente al “capital”. [Juan Pablo II. “Laborem exercens” 12]
Es el humanismo integral y personalismo de la DSI con Juan Pablo II (LE 15) que afirma el valor y principio fundamental del trabajo, la vida y dignidad de persona trabajadora, que está antes que el capital (LE 12); en contra de la esencia perversa del capitalismo que antepone el capital al trabajo, que niega la vida y dignidad del trabajador, del ser humano. Como de forma magistral lo analiza y enseña Juan Pablo II.
Se observa pues, las claves teológicas, antropológicas y éticas que, inspiradas en la fe como es la DSI, orientan esta trascendencia y dignidad del trabajo. Lo que permite un diálogo crítico y ético con otras filosofías o teorías (ciencias) sociales que han tratado dicha cuestión de forma similar. Con sus carencias o límites y errores, como las valora la DSI, junto a análisis interesantes y ciertos. En este sentido, Benedicto XVI afirma que:
"Y es que justo, es decir, conforme a la esencia misma del problema; es decir, intrínsecamente verdadero y a su vez moralmente legítimo, puede ser aquel sistema de trabajo que en su raíz supera la antinomia entre trabajo y el capital, tratando de estructurarse según el principio expuesto más arriba de la sustancial y efectiva prioridad del trabajo, de la subjetividad del trabajo humano y de su participación eficiente en todo el proceso de producción, y esto independientemente de la naturaleza de las prestaciones realizadas por el trabajador» (LE 13). De ahí que, como nos sigue enseñado Juan Pablo II, lo moral sea luchar contra el sistema capitalista (CA 35), ya que es el que domina actualmente y que el Papa no acepta como vencedor ni como alternativa (CA 35). El capitalismo es inhumano: impone las cosas sobre las personas y margina a los pobres, como sigue subrayando Juan Pablo II (CA 34). De esta forma, frente al capitalismo, la DSI transmite que el destino universal de los bienes está por encima de la propiedad privada, que es para todos y tiene un carácter social. Tal como nos muestra el Vaticano II (GS 69) y Juan Pablo II (LE 14). De ahí que una clave esencial de la cuestión social y del trabajo es un salario digno, justo para las personas con sus familias (LE 19). El trabajo, la realización y dignidad del trabajador tiene la prioridad sobre el capital, el beneficio y los medios de producción (LE 13). Estos medios de producción con la empresa deben ser socializados, todos los trabajadores deber ser protagonistas, gestores y dueños de la empresa con los medios de producción en una economía social y cooperativa”6[Dr. Agustín Ortega Cabrera, 2017]
El capitalismo trae un problema teológico de fondo: su fuerte tendencia a la idolatría. Una de las causas de la precariedad cotidiana, con sus nefastas consecuencias, está en la relación que tenemos con el dinero, en aceptar su dominio sobre nosotros y sobre nuestras sociedades. La antigua adoración del becerro de oro (Ex 32,1-35) encuentra una nueva versión en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La absolutización del capital no deja de ser una auto divinización que sacrifica vidas humanas.
José Manuel Carrascosa Freire
Diciembre 2025
José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinador del Sector 2: «Paro, pobreza‑marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».
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